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El viajero

La caída del muro abrió Europa

La caída del muro abrió Europa
El 9 de Noviembre de 1989 es una fecha que ha quedado grabada en la historia. Ese día se anunció oficialmente que a partir de la medianoche los alemanes del Este podrían cruzar cualquiera de las fronteras de Alemania Democrática (RDA), incluido el Muro de Berlín, sin necesidad de contar con permisos especiales. De inmediato se corrió la voz en ambas partes de la ciudad dividida y mucho antes de la medianoche miles de expectantes berlineses se habían congregado a ambos lados del muro. En el momento esperado, los berlineses del Este, a pie o en automóvil, comenzaron a pasar sin mayor dificultad por el puesto de control. Abundaron las escenas llenas de emoción: abrazos de familiares y amigos que habían estado separados por mucho tiempo, crisis de llanto, rostros que reflejaban incredulidad, brindis con Champaña o cerveza, regalos de bienvenida a los visitantes, flores en los parabrisas de los autos que cruzaban la frontera y en los rifles de los soldados que custodiaban los puestos de vigilancia. A esta primera reacción seguirían otras de carácter político y económico. 

Entre 1989 y 1991, el mundo experimentó, en secuencia rápida, una serie de acontecimientos drásticos como fueron la caída del Muro de Berlín, la reunificación de las dos alemanias y el estallido interno de la Unión Soviética. Estamos ante el fin de la guerra fría y del mundo bipolar, emergiendo los Estados Unidos como potencia hegemónica. También asistimos al inicio de las reivindicaciones del Japón y Alemania, grandes potencias económicas, pero alejadas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial de las decisiones políticas mundiales. El escenario internacional va a experimentar importantes cambios debido a la formación de mega-bloques económicos y políticos  Hablamos de cambios a todos los niveles dejando atrás los años de tensión donde las dos alemanias fueron el escenario donde EE.UU. y la URSS parecían querer dirimir sus diferencias. La caída del muro suponía, en principio, dejar atrás un clima de crispación ideológica, en el que el espionaje de uno y otro bando encarecía las relaciones internacionales, miles de ciudadanos germano-orientales huían de la persecución política hacia la Alemania Occidental. 

En el campo político se produce el paso de un mundo bipolar a otro unipolar -de potencia hegemónica global-, lo que significaba un cambio en la situación inicial de alta confrontación y baja inestabilidad hacia una situación de baja confrontación y alta inestabilidad en el escenario mundial. En esa nueva situación, los conflictos bélicos regionales siendo menos apocalípticos en cuanto a la amenaza de la paz mundial.  En el campo económico, el comercio multilateral, que floreció bajo el sistema del mundo bipolar, ahora ha evolucionado hacia la relación entre bloques o regionalismo económico. El concepto de soberanía no prevalece en el mundo de los altos intereses económicos dado el hecho de que cada Estado ya no tiene la capacidad de sobrevivir sólo, lo cual conducía a la aparición de las economías de conjunto.  Por otra parte, en el escenario militar, la baja observada en los gastos militares durante el final de la guerra fría -en términos mundiales- no habrá de continuar, debiendo volver a aumentar en los próximos años, aunque de manera discreta. A lo largo del tiempo, habrá una reducción drástica de las armas nucleares de largo alcance y destrucción masiva y una implementación de las armas no nucleares de alta tecnología.  

Igual de importantes fueron los cambios que se produjeron el campo psicosocial. La mayor amenaza a la paz se originará a través de la pobreza, de las discriminaciones étnicas, del nacionalismo exacerbado, del radicalismo religioso, del narcotráfico y de las condiciones del medio ambiente, más que de cuestiones políticas. El significado del momento histórico que representaba el fin del comunismo en su versión soviética tenía, además, consecuencias en otros ámbitos del pensamiento político no identificados con el modelo que ahora llegaba a su crisis terminal. La caída del muro vino a significar –sin que quizás tuviera porqué- el punto del declive de otras alternativas que propugnaban, desde la política, propuestas de contenido socialista. Como símbolo, el derrumbe del muro de Berlín estuvo lleno de connotaciones.  

Paradójicamente, se sintieron afectados por la crisis incluso movimientos que trazaban sus señas de identidad en base a las diferencias con el comunismo soviético y que se definían marcando distancias respecto a un modelo que ofrecía un sistema político carente de libertades democráticas. Así, el que fuera el partido comunista más influyente de Occidente habría de cambiar sus siglas y su denominación por las de Partido Democrático de la Izquierda, mientras que otras opciones del mismo ámbito ideológico procedían a diversas formas de ocultación de una denominación no muy bien vista por la opinión pública. La pregunta, quizá, era ¿por qué el fin del comunismo soviético habría de suponer la crisis de movimientos que lo rechazaban? No sólo fue así, sino que incluso en el ámbito del socialismo democrático y la socialdemocracia –y, en general, el conjunto de la izquierda- el simbolismo del muro caído tuvo un apreciable impacto. En general, la crisis abrió el interrogante de cuál era el sentido y cuáles debían ser las señas de identidad de las opciones que propugnan, desde la política, propuestas fundamentadas en la promoción de la justicia social y el compromiso con los más desfavorecidos. La caída del muro, cabría decir, no habría necesariamente de conllevar la falta de las motivaciones más sociales en el campo de la actividad política. Eran, además, tantas las consecuencias en el orden político mundial, con el fin de uno de los bloques que habían protagonizado una configuración bipolar. Era, pues, el fin de la guerra fría y, para algunos, también, algo que ponía de manifiesto la superioridad de la economía de mercado y su carencia real de alternativas. Para ellos, era la constatación de lo que se habría de llamar el fin de la historia. De una manera quizá más inesperada, la crisis del sistema soviético vino a suponer una reactivación de los nacionalismos. Los cambios fueron, también, cambios en el mapa político de Europa, y los atlas de antes de noviembre de 1989 no tardaron en quedar obsoletos. Los conflictos étnicos, que habían quedado soterrados bajo el totalitarismo comunista, emergieron en el marco de la confusa situación política y económica, en muchos casos con tintes muy dramáticos. 

La resurrección del comunismo europeo  

En la primera década tras la caída del Muro, muchas personas pensaron que sería inconcebible que las ideologías totalitarias tuvieran algún atractivo de nuevo alguna vez, especialmente en Europa. Tras la caída, el mundo libre había derrotado ya a las dos versiones del mismo totalitarismo: el fascismo y el comunismo. Sin embargo, muchos analistas señalan que las ideologías opresoras no mueren con facilidad. Ahora Occidente contemplaba la resurrección de su propio totalitarismo nacional. Esto es evidente sobre todo en Alemania, donde el antiguo partido comunista de la Alemania Oriental encabeza el único movimiento político con crecimiento en el país, una ideología abiertamente anticapitalista y leninista.  Por su parte, América tiene bastantes motivos para estar preocupada por la resurrección del comunismo en Alemania donde se siguen justificando las atrocidades cometidas por el gobierno del imperio soviético. Su éxito se convierte, además, en una fuente de inspiración para otros partidos comunistas europeos. Con el paso del tiempo, aprovechará toda oportunidad de influenciar a la Unión Europea y ya controla a políticos experimentados y formados del Parlamento Europeo. 

 La globalización en el nuevo escenario político

Uno de las características principales de este nuevo mundo radica en el proceso de globalización que, como bien indica su nombre, se ha extendido a casi todos los rincones del planeta con todas sus virtudes y defectos. El proceso venía desarrollándose desde antes de la caída del Muro, pero el fin de la Guerra Fría -señalan los analistas- lo aceleró, al abrir nuevos mercados y oportunidades de negocio. Los defensores del proceso afirmaron que la globalización, impulsada por la revolución tecnológica, trae consigo grandes esperanzas de desarrollo, democracia, prosperidad y bienestar. Sus detractores, al contrario, ponen acento en la inestabilidad del proceso y recuerdan las crisis económica que ha generado a nivel mundial. Añaden, asimismo, que el proceso más que bienestar y desarrollo ha traído más desigualdades y pobreza. La caída del Muro fue vista inicialmente como el ingreso a un nuevo orden mundial, que debía marcar el comienzo de una era de paz y prosperidad para las naciones. Diez años después, afirman algunos analistas, los conflictos de origen étnico y nacionalista se han multiplicado. Otros analistas, sin embargo, destacan que no todo ha sido negativo. Los derechos humanos se defienden cada vez con más vigor, al punto que un tribunal de justicia internacional está juzgando crímenes cometidos en Ruanda, Yugoslavia y otras partes del planeta. 

Sin embargo, en los albores del nuevo orden mundial algunos interrogantes claves se encontraban sin respuesta. Rusia se encuentra en una grave situación de crisis política y económica, sin haber perdido su poderío militar; se hace necesaria la ayuda de los siete grandes, para que los liderazgos ultra nacionalistas que comienzan a aparecer en Rusia no puedan, en su desespero, en caso de que asuman el poder, emplear tal poderío de una manera insensata.  Todos estos cambios se reflejaron en el campo de las ciencias sociales en un sentido amplio. No se trataba sólo de un cambio de régimen político; con él iban aparejados complejos procesos de sustitución de economías centralmente planificadas por economías de mercado. El capitalismo ha entrado en una nueva fase agresiva y expansiva. La eliminación mundial de los mecanismos y regulaciones de control sobre el capital financiero, la explotación de los países más pobres, la apertura de sus mercados y la toma de control de sus recursos naturales y su capital industrial, la política de privatización total en todo el mundo ha llevado a una concentración del poder económico sin precedentes. Unos cuantos centenares de gigantes corporativos presiden la economía mundial, las inversiones y el empleo, la distribución de la riqueza y la miseria, las perspectivas de billones de personas. Contra más libres discurren los intereses de los beneficios, más profunda es la separación entre Norte y Sur, entre miseria y prosperidad.

De 1995 a la Europa de los 25

De 1995 a la Europa de los 25
Europa está en movimiento. Este hecho no es nuevo, mejor dicho, nos encontramos en un proceso de transformación que tiene lugar desde la fundación de la CEE en el año 1957 en Roma y que hoy está aumentando considerablemente. La Unión Europea ha sufrido importantes ampliaciones que han contribuido a una estabilización política y económica de la Europa occidental y también desempeñaron un papel importante en el bienestar de todos los países de la entonces UE-15.  

Desde la caída del muro de Berlín en 1989, existen perspectivas totalmente nuevas para la aproximación entre los pueblos europeos que no fue posible en los tiempos de la «guerra fría». Por eso, la ampliación al Este es una posibilidad única para lograr y conservar la libertad, la seguridad y la prosperidad en toda Europa. No obstante hay diferencias notables de las economías políticas entre los países de la UE y entre éstos y los candidatos a la incorporación representando un peligro que no debe ser subestimado. La transformación paso a paso de la UE-15 hacia la UE-27 es un desafío bastante difícil.   El 1 de mayo de 2004 la Unión Europea da, al fin, su gran salto hacia el Este con la adhesión de 10 nuevos países y, por consiguiente, los efectos sobre los países de la UE-15 son inevitables. La llegada de los nuevos miembros, con una situación económica mucho más débil que la media de la UE-15, sumada a la negativa de los estados miembros de aumentar los Fondos Propios del presupuesto de la UE, supuso una nueva redistribución de los gastos presupuestarios destinados a reforzar la convergencia, la competitividad y la cohesión. 

No hay que olvidar, por otra parte, las diferencias significativas entre los Estados miembros. Por un lado, estas diferencias dependen del desarrollo histórico de cada país; por otro lado, hay motivos como la política de empleo de los gobiernos, la flexibilidad para reaccionar a una coyuntura bajista y, sobre todo, los costes de trabajo. Por eso son necesarios esfuerzos que aúnen los intereses de todos los miembros teniendo en cuenta que cada Estado parte de una situación diferente que hay que ir reduciendo paulatinamente. 

Con el nacimiento de la Europa de los 25, comienza una nueva etapa para la Unión Europea. La adhesión de diez nuevos Estados miembros en mayo de 2004 significó un paso más en la solución pacífica de la división de la Europa posterior a la guerra. Con aquella ampliación se pretendieron sentar las bases para una paz duradera. Al ampliarse, la Unión adquirió asimismo una mayor diversidad cultural y regional. Ahora bien, para que se pueda sacar el máximo beneficio de la ampliación, la Comunidad ha de revisar sus políticas al tiempo que debe aumentar la eficacia y el funcionamiento democrático de sus instituciones a fin de responder mejor a las necesidades y las expectativas de los ciudadanos europeos. La ampliación de la Unión Europea es un factor importante para mantener la estabilidad en la región. Por encima de las ventajas económicas y políticas, implica la integración de países europeos que comparten valores y objetivos comunes, a pesar de haber estado separados artificialmente durante la mayor parte del siglo pasado.

Caído el Muro de Berlín, esta quinta ampliación pretende avanzar en la creación de un espacio europeo único y dejar atrás la división impuesta durante décadas por el Telón de Acero. Pero tras este objetivo, existen  también ambiciosos intereses económicos: una Europa de 25 estados y casi 500 millones de consumidores tiene mayor protagonismo e influencia en la economía mundial. Las distintas adhesiones han sido fruto de muchos años de negociaciones que culminaron en la Cumbre de Copenhague de 2002. Durante estos años, los nuevos países miembros han tenido que adaptar su legislación, sus estructuras burocráticas y administrativas, sus economías y sus fronteras, siguiendo las directrices marcadas por el Tratado de Maastricht de 1993. A continuación se muestra el proceso de ampliación del que estamos hablando:                                                                                                                                         

1951 - Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), 6 miembros: Bélgica, Alemania Occidental, Luxemburgo, Francia, Italia y los Países Bajos.

1957 - Tratados de Roma por los que se crearon la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom) y la Comunidad Económica Europea (CEE). Los Estados miembros querían así eliminar las barreras comerciales entre ellos y crear un "mercado común".

1967 - Se fusionaron las instituciones de las tres Comunidades Europeas.

1973 - Adhesión de Dinamarca, Irlanda y el Reino Unido.

1979 - Se celebraron las primeras elecciones directas. Desde entonces se han celebrado elecciones directas cada cinco años.

1981 - Adhesión de Grecia.

1986 - Adhesión de España y Portugal.

1992 – El Tratado de Maastricht creó la Unión Europea (UE). Mercado único hacia una Unión Económica y Monetaria.

1995  - Adhesión de Austria, Finlandia y Suecia.

2002 – Llegada del Euro.

2003 - Tratado de Niza, que fija las condiciones para la una UE de los 25.

2004 - Adhesión de Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia y la República Checa

 Estas ampliaciones contribuyeron a una estabilización política y económica de Europa occidental como hemos comentado. Precisamente, vamos a analizar el mercado común en la UE-15 para comprobar cómo ha evolucionado la situación. Ya en el Tratado de Roma de 1957 fueron codificadas las cuatro libertades que forman hoy los pilares del mercado común de la Unión Europea. Éstas son la libre circulación de: 1. Mercancías2. Servicios3. Trabajadores4. Capitales  No obstante, hay grandes diferencias entre los distintos mercados de trabajo europeos, sobre todo en la flexibilidad y en los costes no salariales. Hasta entonces, la regulación de los mercados laborales estaba sujeta a las legislaciones nacionales pero existen redes amplias para la colaboración entre las distintas administraciones por razones de coordinación entre estos diferentes sistemas. 

Los mercados laborales de la UE-15 se caracterizaron por un paro relativamente alto. Se trataba principalmente de un paro estructural, es decir, a pesar de la buena coyuntura en los últimos años y una tasa de crecimiento media del 2 al 3 % existía un nivel de paro europeo que no podía ser reducido a corto plazo. A esta situación, se suma el hecho de que no había un mercado de trabajo europeo único en la UE-15 que armonizara todas las regulaciones normativas y que sentara las mismas bases necesarias para todos los participantes del mercado. La política social formaba parte de la competencia nacional de cada estado miembro. Por eso, las políticas de empleo estaban mal ajustadas o se desarrollaban en su mayor parte aisladas. El único instrumento de una política social comunitaria con peso financiero era el Fondo Social Europeo (FSE).

La Unión Europea crece en pocos años. La ampliación de la UE en esta dimensión Dde la que hablamos significa un crecimiento notable del mercado común. En este contexto, la “teoría de la integración económica” describe cinco efectos principales que están relacionados con la apertura total de las economías europeas:            

• Eficiencia creciente por competición importadora en los PECO.          

• Efectos de “Economies of scale” por acceso al mercado común.          

• Especialización de la producción, un aumento de las variaciones de las mercancías y un nivel del consumo que aumenta en los países del Este.           

• Crecimiento a través de la importación de bienes de capital. 

• Inversiones directas muy altas por razones de la nueva seguridad política y legal.   

El efecto más importante para los estados europeos es un aumento del comercio, sobre todo, con productos de alta tecnología y por lo tanto un incremento de puestos de trabajo altamente cualificados. A causa por las graves diferencias macroeconómicas que todavía existían entre la UE-15 y los PECO se analizaban las ventajas y desventajas o riesgos a los que se enfrentan ambas partes con respecto a los mercados de trabajo.  La diferencia salarial extrema entre los países del Este y la UE-15 era equivalente a un equipamiento de factores de producción distinto. Las empresas occidentales disponen de tecnología alta y del conocimiento para producir mercancías de gran complejidad y de buena calidad. Los países candidatos, por su parte, disponen de productos costosos que se están produciendo sin la necesidad de tecnologías avanzadas y con costes salariales por hora muy bajos. Se trata de una división de trabajo intersectorial. Debido a tasas de paro muy altas, diferencias de la prosperidad y de los sueldos y salarios entre los países de la Unión Europea y los PECO, eran muchas las sospechas de una onda de migración hacia el Oeste, sobre todo a países que tenían fronteras directas con los Estados orientales. La adhesión tiene como consecuencia que los nuevos ciudadanos europeos dispondrían de todos los derechos y libertades que ofrece el mercado común. Por eso, la migración laboral representaba un problema real. En este caso se trataba de una forma de migración diferente de la migración provocada por la ampliación al Sur. En aquel tiempo no había movimientos migratorios fuertes debido a las diferencias moderadas entre la UE-9 y los países candidatos. Estas experiencias no fueron válidas para la ampliación al Este.  

Para los países de la UE-15, el asunto económico “migración” se mantiene problemático a pesar de la ausencia de objeciones relativas por razones político sociales. La ampliación de la Unión Europea fue un paso extenso hacia la dirección de una Europa caracterizada por una paz duradera, bienestar y variedad cultural. La ampliación tiene muchos efectos positivos pero también unas consecuencias problemáticas para el mercado común. La clave es el proceso rápido de la recuperación económica. Ésta es especialmente importante para evitar repercusiones negativas en todos mercados de trabajo. Aquí se necesitan estrategias de alta flexibilidad y de distintas velocidades de integración.

La llegada de los 10 nuevos países

La lista de estados miembros de la UE aumentó de un golpe de 15 a 25. Su superficie se incrementó en un 25% y su población en un 20%, hasta los 450 millones. Desde el punto de vista poblacional, se convirtió en el mercado único más grande del mundo (desde el punto de vista económico, el más poderoso es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte). Los partidarios de la ampliación argumentan que ésta era una oportunidad única para unir definitivamente a Europa de una manera pacífica, tras décadas de divisiones y conflictos. Estos mismos autores dijeron con la Europa de los 15 y, posteriormente, con la UE- 25, que la ampliación extendería la estabilidad y prosperidad -a las que hemos aludido- a los nuevos países miembros haciendo de Europa un lugar más seguro. La base de estas ampliaciones se centra en el hecho de que el tamaño del mercado único debería empujar la economía de la unión y crear empleo, a la vez que aumentará la influencia de la UE en el mundo. Sería menos fácil para Alemania y Francia dominar juntas a una Europa ampliada. Hay indicios de que, para compensar esto, podrían estar dispuestas a colaborar más con Gran Bretaña. Uno de los temores en Bruselas era que, con 25 países en las mesas de negociaciones, las reuniones llevaran más tiempo y es más difícil tomar decisiones.

Los analistas más pesimistas predijeron un continuo estancamiento si los Estados miembros no estaban dispuestos a asumir ciertas concesiones y ceder parcelas de poder a favor del conjunto. Un reflejo de la mayor dificultad que se encuentra en la toma de decisiones la vemos en la Comisión Europea, que pasó a tener 25 miembros en lugar de 20. El Parlamento Europeo, por su parte, pasó a los 732 sitios en vez de 626. Esto significó que la mayoría de los estados miembros antiguos contaban con menos representantes en el parlamento europeo.Con la llegada de los 25 se acentuaron dos posturas contrapuestas. Por una parte, estaban aquellos que defendían su idea de que la prosperidad económica de los países occidentales se extendería a las naciones orientales, la mayoría de las cuales pertenecieron al ex bloque soviético. Estos autores sostienen que mientras más grande sea la UE, mayor será su influencia en el ámbito internacional. El segundo grupo lo forman aquellos que temen un estancamiento en el debate europeo debido al incremento de "oradores" en la mesa de negociaciones. Además, advierten contra la carga económica que podrían implicar los "nuevos" para los "viejos", ya que la situación económica y social de unos y otros es muy distinta y alertan de los posibles movimientos migratorios este-oeste que podrían producirse una vez abiertas las puertas a los vecinos que esperaron tantos años tras la Cortina de Hierro. Ya la Europa de los 25 se ve, en general, como muy diferente a lo que era la Europa de los 15. Francia y Alemania ya no podrían dominar el escenario europeo debilitándose así el "motor" de la UE y se esperaba que los nuevos estados miembros frenaran el ritmo de formulación de políticas de la unión.

A este cambio hay que unir el hecho de que las instituciones de la Europa de los 15 no son válidas para la nueva Unión. Esta reforma plantea importantes desencuentros entre los estados miembros: la composición de la Comisión, el voto ponderado de cada país, los poderes del Parlamento. Lejos quedaba el Tratado de Maastricht. O, mejor dicho, del Tratado de la Unión Europea, firmado en la ciudad holandesa de Maastricht en diciembre de 1991, que entró en vigor el 1 de noviembre de 1993. Nacía la Europa de los Quince: España, Portugal, Francia, Italia, Grecia, Austria, Alemania, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Reino Unido e Irlanda. En el Tratado se distinguían entre otros una serie de beneficios económicos y sociales que resumiremos en los siguientes puntos:

ü       Reforma institucional: El voto por mayoría cualificada, que otorga a cada Estado miembro un número de votos proporcional a su población, sería el procedimiento normal.ü       Unión económica y monetaria: para alcanzar la moneda única, los Estados procederán a la convergencia de sus economías, reduciendo la inflación, el déficit y la deuda pública.ü       Fondos de cohesión: destinados al desarrollo de las regiones más atrasadas.ü       Ciudadanía europea: Los ciudadanos serán amparados por las instituciones de todos los Estados miembros. Por ejemplo, si viven en otro país de la Unión podrán votar en las elecciones municipales de donde estén residiendo. 

P

ero para tener una visión más clara de la evolución de la Unión Europea y de los avances y retrocesos que ha sufrido este proceso vamos a realizar un análisis global que comienza con la creación de la CEE.Tras la II Guerra Mundial, los países de Europa se encontraban en una profunda crisis moral y económica. Una Europa marginada por las 2 superpotencias formadas tras la guerra fría (Estados Unidos y la Unión Soviética) que la mantuvieron dividida en 2 bloques enfrentados. No obstante, la existencia de un actitud de cooperación y superación del pasado hizo posible la puesta en marcha de proyectos que buscaban solucionar o reparar las graves consecuencias que ambas guerras mundiales habían provocado en el continente y superar la crisis económica, constituyendo plataformas internacionales de cooperación económica. Las más importantes fueron:  

· La creación del Fondo Monetario Internacional (FMI)
· La creación del Banco Mundial (BM)
· La constitución de la Organización de Naciones Unidas (ONU)
· La creación de la OECE
   

A partir de aquí, mediante nuevos modelos de integración, se crearon los antecedentes de la Unión Europea, con la idea de unificar Europa: 

ü       La Organización Europea de Cooperación Económica (OECE), del 16 de abril de 1948, que fue la organización encargada de la organización del plan Marshal en Europa.ü       La convención del Benelux: creada en 1948 y formada por Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Partiendo de una unión aduanera se llegó a un mercado común, alcanzado en 1958 con el Tratado de la Haya. 

En pocas décadas, la actual Unión Europea pasó de ser un homogéneo grupo de media docena de países desarrollados, que iniciaban su andadura con una unión aduanera, a constituir una sólida unión económica de quince países con economías diversificadas, una unión monetaria que abarca a doce de ellos y una serie de instituciones políticas, jurídicas y económicas capaces de sostener e impulsar desarrollos en todas las áreas de actividad que caracterizan en la actualidad a una gran comunidad en la esfera global. La Unión Europea cuenta hoy con 25 miembros tras una histórica ampliación hacia el sur y el este con la adhesión de Polonia, Eslovenia, Eslovaquia, Hungría, República Checa, Estonia, Lituania, Letonia, Malta y Chipre. La llegada en bloque de estos 10 nuevos estados constituye la ampliación más importante desde el inicio de la construcción europea, en 1957.

La población de la UE aumentó en unos 75 millones de habitantes, 39 millones de ellos correspondientes a Polonia, el más grande de los nuevos miembros. Tras esta ampliación, la UE cuenta con 450 millones de habitantes, desde los Estados bálticos a las islas mediterráneas de Malta y Chipre. Este proceso se ha ralentizado e incluso detenido temporalmente. En el curso del mismo se han dado períodos de intenso desarrollo en todos los frentes, incluso en circunstancias poco favorables. Algunos de estos desarrollos, ocurriendo simultáneamente, han puesto a prueba con éxito la capacidad de los países miembros para concebir metas ambiciosas y conseguirlas. Tal ha sido el caso de la moneda única, que constituye una frontera a partir de la cual se imponen desarrollos políticos e institucionales característicos de las etapas más nobles de un proceso de integración. Toda esta profundización de la Unión Europea ha venido dándose, como se ha dicho, en un contexto de constante ampliación.

En estos momentos, la Unión Europea sin dejar de profundizar en sus logros más característicos, se encuentra plenamente movilizada en pos de una ampliación de escala continental que la llevaría a contar, en apenas una década, con casi treinta miembros. Este reto es de una envergadura sin precedentes y determinará el papel que Europa haya de jugar en el contexto global en las próximas décadas. La ampliación de la UE que tuvo lugar en 1995 para admitir a Austria, Finlandia y Suecia, anteriores miembros de la EFTA, supuso un cambio sustancial en la Unión. La UE-25 es, sin embargo, diferente de las anteriores debido al elevado número de candidatos, a las especiales circunstancias económicas y políticas de los nuevos miembros potenciales y al reto de gobernabilidad que implica una Unión de casi treinta miembros fuertemente orientada hacia la integración continental. Las consecuencias de este desarrollo se hacen patentes en numerosos ámbitos de la vida colectiva e individual de los ciudadanos de la Unión. En el plano político, el diseño de las nuevas reglas de representación y decisión, reforzando la esencia democrática de la Unión. En el plano de las libertades, los derechos humanos y la defensa de las minorías, Europa tiene al alcance de la mano una posibilidad real de instaurarlas en una escala continental generando una seña de identidad y una referencia global, sostén, a su vez, de la enriquecida diversidad que surgiría de la ampliación. En el plano económico las consecuencias se hacen sentir en todos sus rincones. La intensificación y diversificación de los flujos de bienes y servicios, capital y trabajo y la extensión del mercado interior, y su plena liberalización provocan un cambio estructural en determinados sectores y regiones. También contribuyen a un aumento del crecimiento potencial de la economía europea que beneficia especialmente a los nuevos países miembros. No dejan de darse, sin embargo, riesgos para las economías de los antiguos miembros de la Unión Europea, como siempre que se aumenta la exposición de la economía a las relaciones con el resto del mundo. Junto a las consecuencias generales de esta fase de ampliación de la Unión Europea, se dan repercusiones diferenciadas para cada uno de los antiguos miembros de la UE.

La ampliación de la UE: una oportunidad histórica

La ampliación ofrece una oportunidad única para poner fin a la división artificial que separó en dos al continente europeo a lo largo de casi seis décadas. No sólo las personas pueden desplazarse, estudiar y trabajar libremente sin verse limitadas por las fronteras nacionales, sino que también las empresas y las economías de la Europa Central y Oriental deben prosperar a medida que se implanta la economía de mercado. Toda Europa se beneficia así económica y políticamente de la creación de un mercado interior de 500 millones de personas.

La UE, antes de la última ampliación, ha superado ya cuatro procesos anteriores (en 1973, 1981, 1986 y 1995), gracias a los cuales ha pasado de los seis miembros fundadores a los 25 con que cuenta en la actualidad con unas diferencias notable entre los distintos Estados. Desde un punto de vista puramente económico, el PIB per cápita en niveles de poder adquisitivo con respecto a la media comunitaria varía desde un 79 % en Chipre y un 68 % en Eslovenia hasta un 23 % en Bulgaria y un 27 % en Letonia. Desde el punto de vista de su organización interna, la UE tuvo que adaptar sus propias políticas, finanzas y procedimientos de cara a una Unión de más de veinte miembros.

Debe subrayarse, además, que la Unión Europea no se reduce a una política económica o a unos simples objetivos económicos sino que también se refiere a valores concretos sobre una sociedad justa y equitativa con mayor nivel de vida y oportunidades para todos. Adicionalmente, el mercado y la moneda únicos constituyen importantes instrumentos para la consecución de objetivos económicos y sociales que deben ir acompañados de sólidas políticas de cohesión.Por lo demás, las transferencias regionales que inevitablemente han de implicar una importante redistribución de la renta no deben considerarse como una nueva forma de caridad. La ayuda financiera a las regiones con mayores problemas no sólo beneficia a estas últimas sino que sirve también para expandir el mercado de bienes y servicios producidos de las regiones actualmente más prósperas.

En definitiva, la política de cohesión es el aspecto más explícito de una solidaridad interesada o egoísta; y es también la que más visible resulta para los ciudadanos, puesto que con ella se abordan problemas del entorno de la vida cotidiana desde el punto de vista material.Asimismo, podemos decir que el avance de cada país no se correlaciona directamente con un antes y un después de su entrada en la UE. No es una cuestión de ayudas, sino también de políticas aplicadas por cada país en cada momento y de aprovechamiento del capital.Como ejemplo, la ampliación de la Unión a los PECO, a Chipre y a Malta supuso problemas muy importantes para la cohesión, dadas las considerables diferencias de desarrollo de las regiones de estos Estados en relación con los quince Estados miembros anteriores. Así, la Comisión propone que los futuros Estados miembros se beneficien progresivamente de las políticas estructurales según su capacidad de absorción.

Conflictos que se plantearon en la ampliación

Conflictos fronterizos. La ampliación no tiene porque equivaler a la importación de conflictos fronterizos. La perspectiva de la adhesión actúa como un poderoso incentivo para que los países adherentes resuelvan cualesquiera conflictos de ésta índole. Por otro lado, algunos países candidatos tienen contenciosos con otros países. La Comisión considera que, antes de la adhesión, los candidatos deberán esforzarse por resolver los conflictos fronterizos que tengan pendientes entre sí o con terceros países. De no hacerlo, deberán aceptar que tales conflictos se sometan al Tribunal Internacional de Justicia.

Apoyo estructural para los nuevos países miembros: En la última ampliación de la UE se partió de la idea de que el apoyo de los fondos estructurales y del Fondo de Cohesión debería aplicarse, en principio, a todos los países que se adhirieran. La solidaridad comunitaria de estas nuevas democracias enfrentadas a necesidades importantes de desarrollo está plenamente justificada, sobre todo en los ámbitos de las infraestructuras, los sectores productivos y los recursos humanos. Para evitar problemas insalvables de absorción, la ayuda anual debería aumentarse gradualmente respetando el límite general del 4% del PIB nacional, que se aplicaría conjuntamente a los fondos estructurales y al Fondo de Cohesión.

Criterios económicos para la adhesión: El Consejo Europeo de Copenhague señaló que, en el ámbito económico, la integración exigía: “la existencia de una economía de mercado en funcionamiento, así como la capacidad de hacer frente a la presión competitiva y las fuerzas de mercado dentro de la Unión”. Los países candidatos se ven obligados a llevar a cabo considerables progresos en la transición a una economía de mercado, que las ha conducido a la privatización y liberalización, si bien sus respectivas situaciones económicas varían considerablemente. La reforma se encauzó por vías diferentes dependiendo de los países. En cualquier caso, hay que apostar por la existencia de una economía de mercado en funcionamiento para lo que hay que cumplir una serie de condiciones:

·         Consecución del equilibrio entre la oferta y la demanda a través de las fuerzas del mercado, la liberalización del comercio y de precios. ·         La supresión de las barreras de acceso y salida al mercado más importantes. ·         La existencia de un sistema jurídico que incluya la reglamentación del derecho de propiedad; el cumplimiento y ejecución de leyes y contratos. ·         El logro de la estabilidad macroeconómica mediante una adecuada estabilización de precios, unas finanzas públicas y unas cuentas externas sostenidas. ·         Un amplio consenso sobre los fundamentos de la política económica. ·         Un sector financiero suficientemente desarrollado, a fin de canalizar el ahorro hacia una inversión productiva.

En su momento, la Comisión consideró que cinco de los países, República Checa, Estonia, Hungría, Polonia y Eslovenia, podían considerarse economías de mercado en funcionamiento, si bien en todas era necesario madurar y desarrollar en mayor medida algunos sectores importantes como son los mercados de capitales. También hay que apostar por la capacidad de hacer frente a la presión competitiva y a las fuerzas del mercado dentro de la unión. Esto requirió un nivel mínimo de competitividad en los principales sectores económicos de los países candidatos. Un aspecto fundamental es si las empresas tienen la capacidad necesaria para adaptarse y si su entorno fomentará la adaptación. Los elementos que se toman en consideración son los siguientes:

·         La existencia de una economía de mercado operativa, con un nivel suficiente de estabilidad macroeconómica que permita a los operadores económicos adoptar decisiones en un clima de estabilidad y previsibilidad. ·         Un volumen suficiente, con un coste adecuado de recursos humanos y materiales. ·         El grado de influencia de la política de Gobierno y la legislación en la competitividad a través de la política comercial, la política de competencia las ayudas públicas, el apoyo a las PYMES... ·         El grado de integración comercial de un país con la Unión antes de la ampliación: cuanto más integrado esté un país, menor será su necesidad de reestructuración tras la adhesión tanto en lo que respecta al volumen, como a la naturaleza de los productos objeto de intercambio con los Estados miembros.

Las ampliaciones futuras de la UE tendrán en cuenta los niveles de desarrollo regional de los nuevos miembros con vistas a evitar la presencia de “centros y periferias” en el propio seno de la comunidad.

Los efectos de la ampliación

Las oportunidades y los desafíos que brinda la última ampliación no tienen parangón con las anteriores ampliaciones. La adhesión no sólo supone transformaciones y cambios de gran calado para los países candidatos, sino también para la Unión en su conjunto para cada uno de los Estados miembros. Así, en primer lugar, esta adhesión conlleva un incremento considerable de la población de la Unión Europea, como hemos visto, convirtiéndola en una de las zonas más pobladas del mundo, al aportar los doce países candidatos una cifra superior a los cien millones de habitantes. Asimismo, en cuanto a la producción, la adhesión supondría un aumento del PIB comunitario, llegando a ser una de las áreas más importantes en cuanto a esta magnitud, aunque este incremento registrado no consigue evitar una reducción de la renta per cápita media comunitaria, debido al gran desnivel que se da entre los niveles de renta de los países candidatos con relación a los actuales.Por tanto, la incorporación de los nuevos Estados es un importante desafío para los países miembros no sólo en lo referente a las cuestiones políticas, que ya han planteado la necesidad de adaptar todas las instituciones comunitarias, sino también en el ámbito económico. En este sentido, este nuevo episodio de ampliación comporta una presión sin precedentes para el Presupuesto Comunitario, a través, fundamentalmente, de sus dos capítulos principales en términos financieros: la Política Agrícola Común (PAC) y la Política de Cohesión Económica y Social. A este respecto, la integración representa una extraordinaria oportunidad de creación de nuevos mercados de exportación.

Los beneficios de esta ampliación podemos diferenciar efectos políticos y económicos: 

- La extensión de una zona de paz, estabilidad y prosperidad por toda Europa reforzando la seguridad colectiva. - La suma de más de 100 millones de consumidores en economías de crecimiento rápido a los 370 millones con los que contaba la UE antes de esta ampliación. Esto fortalece el crecimiento y crea puestos de trabajo, tanto en los antiguos Estados miembros como en los recién llegados. En el ámbito social: - Mayor unidad en pro de la defensa del medio ambiente y la lucha contra la criminalidad, la droga y la inmigración ilegal debido a la adopción por parte de los nuevos Estados miembros de la normativa comunitaria. - La ampliación refuerza el papel de la Unión en el escenario internacional. - Se aplica un único conjunto de normas comerciales y procedimientos administrativos de forma que las transacciones de las empresas que operan en Europa se simplifican. Asimismo, se crean condiciones más favorables para fomentar la inversión y el comercio. Asimismo, tenemos que hablar de consecuencias favorables específicas para los países que se incorporan a la Unión Europea ya que para su adhesión se han de cumplir determinados requisitos que, a la par, favorecen su grado de desarrollo.  -         En Europa Central y Oriental han surgido regímenes democráticos estables.-         Las reformas económicas llevadas a cabo en estos países han traído consigo elevadas tasas de crecimiento económico (el doble de la media reciente de la Unión Europea) y mejores perspectivas de empleo.-         La perspectiva de la adhesión a la Unión ha favorecido y fomentado este proceso, que ha contado con la ayuda económica de la Unión Europea.-         Todo ello se ha traducido en un incremento del superávit comercial de la Unión estimándose en 18.000 millones de euros, lo cual ha fomentado a su vez el crecimiento y la creación de empleo en los Estados miembros.

 Nuevas necesidades de financiación 

Tras la Ampliación, las divergencias de renta y riqueza entre países sin duda aumentan. A pesar de las crecientes necesidades de financiación con las que se encuentra la UE tras su Ampliación, se ocasionan desequilibrios presupuestarios dado el bajo nivel de renta de los países de la ampliación si no se planifica y reestructura la política económica de la UE. Las mayores necesidades se centran en las transferencias entre las diferentes prioridades de gastos y una determinación rigurosa de los costes. Una de las consecuencias previsibles de la resistencia a aumentar el volumen de gasto comunitario en el contexto de la Unión ampliada es la reasignación territorial de los flujos de transferencias comunitarias, tanto agrarias como estructurales, hacia los nuevos países miembros y, consiguientemente, la reducción de la cuantía de los fondos que recibirían los actuales beneficiarios. La política agrícola común Con la perspectiva de una futura ampliación de la UE se intensificaron las actividades destinadas a apoyar el proceso de reestructuración emprendido por los países de Europa Central y Oriental candidatos a la adhesión y estableció, entre otras medidas, una serie de instrumentos de preadhesión. El instrumento agrícola de ayuda de preadhesión SAPARD (programa especial para la agricultura y el desarrollo rural) se desarrolló en el marco de la Agenda 2000. Este programa, destinado a fomentar el desarrollo agrícola en los países de la Ampliación, ha tenido un presupuesto anual de 520 millones de euros durante el periodo 2000-2006. Los países de la Ampliación reducirían la media del PIB per cápita de la UE significativamente; en concreto el PIB medio per cápita en la UE-25 se sitúa alrededor de 12,5 puntos porcentuales menores que la media de la UE-15. 

La reforma institucional  

Con la nueva ampliación se produjeron algunos cambios importantes para simplificar el procedimiento de toma de decisiones en una Unión ampliada. Entre estas medidas podemos enumerar las siguientes: - la ampliación del voto por mayoría para nuevas políticas en el seno del Consejo de Ministros, sustituyendo así la unanimidad- un nuevo reparto de votos entre los Estados miembros en el seno del Consejo, con objeto de tener en cuenta la llegada de nuevos miembros- una nueva asignación de escaños en el Parlamento Europeo- el refuerzo de los poderes del Presidente de la Comisión Europea con relación a los Comisarios y sus carteras. La ampliación se puede considerar como un éxito si es un proceso transparente que cuente con el apoyo democrático de los ciudadanos de los Estados miembros y de los países candidatos. Por ello, es importante que los ciudadanos de la Unión y de los países candidatos comprendan qué significa la ampliación.  Como se ha visto, la Ampliación de la UE a 10 nuevos países en mayo de 2004 tuvo grandes repercusiones tanto en el terreno comercial como de inversión. 

Conclusión 

Podemos hablar de un nuevo escenario con nuevos actores y numerosos cambios que modifican la estructura social, económica, cultural y política de  la UE. Es un proceso de adaptación y de implementación de nuevas políticas que deben incluir los nuevos intereses de los Estados miembros. Es necesaria una continua revisión de las estrategias a seguir y una reestructuración que permita ajustarse a las nuevas dimensiones de la Unión Europea. El crecimiento debe ir acompañado de políticas coherentes que hagan de ese crecimiento un  factor positivo y no un elemento de discordia y desunión.  La ampliación produce una serie de efectos positivos que permiten crecer a la UE en cuanto a su protagonismo internacional así como su potencial social y económico; un potencial que la impulse por fin a desafiar la hegemonía de EEUU. Hablamos de la ampliación del mercado europeo, del aumento de la extensión y de la población, del aporte social y cultural de cada país al conjunto. En definitiva, de una UE amplia y diversa que mantenga su cohesión para aprovechar su potencial. Sin embargo, hay que señalar que los intereses nacionales priman sobre los intereses supranacionales haciendo tambalearse la estabilidad de la UE. A mayor número de países, mayores enfrentamientos y diferencias que hacen muy difícil el acuerdo. Todavía estamos lejos de la verdadera cooperación que implicaría la búsqueda del beneficio común sin olvidar los intereses de cada país miembro. Esto se hace más difícil con la incorporación de nuevos Estados, con sus peculiaridades y sus diferencias. Es grande el esfuerzo que debe hacerse para que los sub- bloques dentro de la Unión no aparezcan, porque ese esfuerzo debe ser común: por parte de los nuevos Estados y los antiguos. La gestión de un gigante requiere el diseño de unas estrategias globales con la participación conjunta de todos los actores implicados sin discriminación y aunando todos los intereses. Sino, la ampliación puede generar conflicto y desunión; unos factores que desestabilizan a la UE y que suponen un respiro para aquellos que miran con recelo a una Unión con un potencial capaz de cambiar la actual estructura internacional.          

La incorporación de Turquía

E

n diciembre de 2004, los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea decidieron abrir las negociaciones con Turquía para su ingreso en la UE ya que Europa necesita una Turquía estable, democrática, próspera, en paz con sus vecinos. Es un interés estratégico de la UE en un momento en que las relaciones con el mundo musulmán revisten una importancia crucial. El proceso de negociaciones es un medio eficaz de alcanzar ese objetivo. El ingreso de Turquía no se ha efectuado, pero de todos modos este país puede beneficiarse con las negociaciones. Ese proceso es asimismo provechoso para solucionar el problema chipriota.

El asunto de Turquía es una prueba para la UE, que se halla ahora en un período de ampliación y transformación. Además de los problemas que conciernen a las negociaciones de entrada, probablemente los miembros de la UE no llegaran a un acuerdo sobre las consecuencias de otorgar membresía a Turquía. Primero, aceptar a Turquía podría meter a la UE en un "embrollo". Con la afiliación de ese país, la UE extendería su frontera hasta el Medio Oriente, región considerada en general como extremadamente peligrosa. Si Turquía se involucra en un conflicto allí en el futuro, la UE no podría quedarse de brazos cruzados. A causa de su política exterior establecida y de su capacidad limitada, la UE encontraría difícil ejercer influencia en otros campos que no sean político, diplomático y económico. Esto es lo que se teme desde la UE.Según algunos autores, aceptar a Turquía podría disolver la UE desde el interior por lo que la inclusión de Turquía significaría el fin de la UE aunque se conservara en nombre. Tal como señala el ex Presidente de la UE Valery Giscard d'Estaing, conceder membresía a ese país equivaldría "declarar fin a la Unión Europea".

Aspectos a tener en cuenta para la adhesión 

Geopolítica   

Desde un punto de vista geográfico no puede decirse que Turquía sea europea, su capital no está en Europa y el noventa y cinco por ciento de su población es asiática. Turquía hace frontera y está en contacto directo con numerosos países musulmanes y eslavos y es una potencia importante en el mar Negro, el Mediterráneo, el Cáucaso, Oriente Próximo y el Golfo Pérsico. En razón de su ubicación, cruce de caminos de varias civilizaciones y múltiples culturas, tiene su propio destino geopolítico, y es lógico que tenga un papel determinante de cara al futuro en la zona. Asimismo, es un protagonista principal para el despliegue de redes de transporte energéticas que abastecen a Occidente.  Ciertos enfoques afirman que los intereses geopolíticos de Europa aconsejan que Turquía se integre en la UE. Y piensan que el ingreso de Turquía tiene fundamentos políticos, estratégicos, que puede aportar estabilidad  a la UE desde el punto de vista demográfico, militar y, finalmente, puede que incluso también en el aspecto económico.  Afirman los defensores de esta tesis que su ingreso daría un nuevo ímpetu a la política exterior de la Unión y que las capacidades militares de Turquía reforzarían la política europea de seguridad y defensa. En cualquier caso, la sociedad europea tiene que madurar y pensar que su propia seguridad tiene que depender en gran medida de sus propios medios.  Por otra parte, Europa debe estrechar cada vez más sus lazos trasatlánticos pero tiene que pensar en sus propios intereses y no puede asumir un papel geopolítico que no le corresponde. Situar sus confines en un espacio lleno de tensiones y conflictos y que le es totalmente ajeno atentaría contra su propia seguridad. Si la UE admitiese en su seno a Turquía, ésta dejaría de ser el “colchón” de seguridad que separa a Europa de Oriente Medio. Y podría encontrarse en sus propias fronteras problemas  que hoy en día no le afectan directamente.  No cabe duda de que la integración de pleno derecho de Turquía pondría fin a los sueños más audaces del proceso de unificación europea emprendidos hace más de cincuenta años por los padres fundadores de la llamada Europa política.  

Economía y Finanzas

 Todo país que desee unir su destino a la UE tiene que cumplir una serie de criterios económicos, aparte de los políticos. Turquía ha recorrido una parte considerable del camino hacia su  integración económica. Según los Criterios de Copenhague, los países candidatos deben tener un sistema económico de mercado bien desarrollado y la capacidad de competir dentro del mercado único de la UE. En el informe elaborado por la Comisión Europea en 2004, se decía que Turquía no satisfacía los criterios económicos a pesar de la buena marcha de su economía en los últimos años.  Turquía aún tiene mucha tarea por delante a la hora de ajustar su economía para la entrada en la UE. El crecimiento económico tuvo una importante alza en la primera mitad de los años noventa, pero no  ha logrado mantener esos niveles. El producto interior bruto per capita es inferior al 30% de la media de la UE-25, siendo el poder adquisitivo por habitante una quinta parte del correspondiente a los antiguos países de la Unión y la mitad de los diez nuevos países miembros.   Turquía es un país que necesitará muchos años de ayuda financiera.  Tiene el triple de agricultores que el conjunto de la UE; esto significa que si llegara a ser miembro de la Unión ni la estructura económica de la PAC, ni los Fondos Estructurales podrían sostenerse. Los fondos del FEOGA se estima que podrían representar del orden de 12.000 millones de euros anuales. Europa debe tener esto en cuenta y debe considerar que Turquía podría necesitar para modernizar su economía unas ayudas financieras que se estiman entre 30.000 y 60.000 millones de euros.  Muchos europeos temen que la entrada de un país tan grande y poco desarrollado pueda añadir problemas adicionales a la economía europea que crece con dificultad. Lo cierto es que el ingreso de Turquía no ocurrirá antes de 2015 y cabe esperar que para esa fecha los países de la UE hayan resuelto gran parte de sus problemas económicos internos. En caso contrario, sería la propia Turquía la que se pensaría dos veces si le interesa formar parte de un club de crecimiento lento.   

Demografía

 Europa ha logrado un nivel de paz y de prosperidad sin precedentes en su larga historia, pero está perdiendo la batalla de la demografía y no es capaz de reponer su población. Parece como si el progreso y el éxito llevaran implícito la falta de descendencia y el “suicidio demográfico”. Europa debería haber reflexionado seriamente sobre cómo resolver el problema del envejecimiento de la población. Las soluciones podrían ir desde el apoyo a la familia hasta la inmigración controlada y que cuantitativamente y cualitativamente pueda ser asimilada por la sociedad europea.  Algunos autores pretenden resolver el problema demográfico europeo con la entrada indiscriminada de inmigrantes y la adhesión de Turquía. Este país tiene en la actualidad 72 millones de habitantes y se estima que para el año 2050 se sitúe en los 100 millones, año en la que la mayoría de los países de la UE, en contraste, sufrirán caídas importantes en sus cifras de población nativa con respecto a las que existen hoy en día. Turquía cuenta con una población casi tan numerosa como el conjunto de los diez nuevos Estados miembros.  Además, la inclusión de Turquía en la UE podría poner en peligro la  estabilidad social europea que no soportaría las fricciones de tal avalancha. Además, en un futuro muy inmediato, tendría como resultado que un país no europeo se convertiría en el Estado miembro con más población, mayor capacidad de influencia en la UE y con el consiguiente desequilibrio en su funcionamiento institucional.  

Religión 

Los aspectos religiosos, culturales y valores fundamentales en general son relevantes y no se pueden soslayar a la hora de considerar la adhesión de Turquía dadas las posibles repercusiones a medio y largo plazo. Se trata de un país no occidental y por lo tanto no se debería presumir que poseen una serie de valores que sólo suelen darse en occidente. La población de Turquía es musulmana en un 99% y hay que considerar que la integración en la UE de un país que agrupa setenta millones de musulmanes podría ser un factor relevante de desequilibrios y de tensiones a medio y largo plazo.  Turquía es una sociedad que ha recuperado recientemente sus libertades religiosas y estas son aspiraciones legítimas. Actualmente es difícil calibrar el alcance de la fe y la práctica religiosa. Lo cierto es que hay una serie de síntomas en la sociedad al respecto:  

  • el sentimiento religioso crece durante las fiestas religiosas y los servicios religiosos festivos son retransmitidos por televisión;
  • van en aumento las solicitudes para hacer la peregrinación a la Meca, el año pasado había cuatro veces más candidatos que el contingente estipulado para Turquía;
  • se están acrecentado los sentimientos islámicos, en parte debido a la propagación auspiciada desde el wahabismo saudita;
  • y el partido gobernante en Turquía es un partido islamista, con mucho arraigo electoral entre los jóvenes.

  Siguiendo otra línea argumental, algunos mantienen que un gran país musulmán dentro de la UE podría jugar un papel significativo en las relaciones de Europa con el mundo islámico y que los musulmanes residentes en Europa se sentirían más cómodos en una UE con cierta tendencia a islamizarse. Pero también hay que tener en cuenta que la integración de las personas de origen musulmán será tanto más difícil cuanto mayor sea su número.   Puede que el Islam en sí mismo no sea un problema y que los musulmanes, cuando están en mayoría, puedan convivir con gentes de otras religiones o agnósticos. Es posible que no sea la religión mahometana, sino el mal uso y abuso que se hace de ella lo que acrecienta el odio a Occidente y produce sociedades atrasadas y déspotas. Pero no se debe olvidar que el Islam no se expandió mediante la predicación, sino gracias a siglos de guerra santa contra las poblaciones no musulmanas. Y que las normas y procedimientos de la guerra santa que se crearon en los primeros siglos del nacimiento del Islam, fueron aplicados por todos los dominadores musulmanes tanto árabes como turcos y forman parte de la legislación islámica actualmente vigente. Si Turquía se viera arrastrada por la marcha del mundo islámico hacia el fervor fundamentalista, lo cual no se puede excluir, tendría graves efectos para Occidente.  

Cultura

 La pertenencia a una civilización implica una cierta homogeneidad entre las culturas que la componen ya que se comparten una serie de costumbres y principios. Esto conlleva una cierta armonía mínima y que la gente de una cultura se sienta cómoda en el seno de otra cultura y viceversa a pesar de las diferencias. Las distintas culturas europeas se integran en lo que se ha denominado Civilización Occidental.  Muchos turcos presumen de su origen europeo y de que muchos mitos europeos tienen su origen en el territorio que ocupa la actual Turquía. Aunque esto sea cierto en parte, no se puede obviar que Turquía es un país asiático cuya cultura y realidad histórica tiene su origen en pueblos asiáticos islamizados que supieron imponerse sobre la cultura bizantina y lograron erradicarla. El Imperio Otomano y su descendiente Turquía apenas compartió las experiencias históricas de Europa, todo contacto con la cultura europea tuvo un carácter imperialista mediante la conquista y la larga dominación otomana de una parte de Europa. Algunos achacan al dominio turco sobre esta región el retraso económico con respecto al resto de Europa.   

Posición de Turquía La adhesión a la UE es deseada por diferentes sectores de la población y por diferentes razones, algunas de ellas contrapuestas: 

  • Los islamistas están entusiasmados, porque les sirve para socavar poder a los militares y a los laicos.
  • Los laicistas están tan a favor de la adhesión como los islamistas y esperan que la integración fuerce la tendencia de Turquía hacia los valores occidentales.
  • Los militares piensan que salvaguardará la integridad de Turquía.
  • Los separatistas kurdos la ven como su salvación, por el tratamiento favorable de la UE hacia las minorías.
  • Los nacionalistas la contemplan como la confirmación política de la grandeza turca.
  • Los liberales esperan que Europa les sirva para diluir el chovinismo de los nacionalistas.
  • Desde la esfera política, se esperan las ayudas destinadas a las regiones pobres de Turquía.
  • Y la gente más pobre del país, está impaciente por poder emigrar al centro o norte de Europa.

 Como se puede ver, es un sistema de ecuaciones con múltiples variables e incógnitas cuya solución es complicada y cuyos problemas se entrecruzan. Lo deseable es que hubiera un debate interno serio entre los turcos sobre su propia identidad y sobre el destino que desean dar a esta gran nación. El ingreso en la UE no es la solución para los problemas de Turquía y no es realista esperar que la solución a sus tensiones internas provenga de fuera.   

Posición de la Unión Europea

 La UE, desde el principio, no se concibió como una comunidad cerrada, sino abierta a la incorporación de nuevos Estados europeos que sigan el procedimiento de adhesión a la misma, según lo previsto en el artículo 49 del Tratado de la Unión Europea.  Los políticos de la UE no han mostrado, desde hace varias décadas, el mínimo interés en aceptar a Turquía como miembro de pleno derecho. Se han realizado declaraciones diplomáticas afirmando lo contrario y para rechazar la candidatura turca han recurrido a todo tipo de excusas. No han sabido enfrentarse al problema con honestidad y firmeza y han ido posponiendo el problema. Ahora ha llegado la hora de enfrentarse con la realidad, se está a favor o en contra.  Los argumentos principales de los partidarios de la adhesión de Turquía son:

 ·         refuerzo de la potencia y el peso económico de la UE·         prueba definitiva de que la UE no es un "club cristiano"·         fracaso a la tesis del "choque de las civilizaciones" ·         fidelidad a los compromisos asumidos  Los partidarios de la adhesión no reconocen abiertamente que la Unión ampliada a Turquía congelaría el proyecto de convertirse en una entidad política con voz internacional.  

Conclusiones En principio no tendría que plantearse la situación de tener que negociar la adhesión de Turquía, porque sólo los Estados europeos pueden ser miembros de la Unión Europea. Turquía es un país próximo a Europa en el amplio sentido de la palabra y que tiene una elite occidentalizada. Pero eso no le convierte automáticamente en un país europeo porque: 

 ·         históricamente no es uno de ellos y su historia sólo converge con Europa como  imperio ocupante y a través de la guerra;·         su religión mayoritaria no es europea;·         su cultura no es europea, es un país que pertenece a una cultura ajena a la civilización occidental;·         sus valores fundamentales no son valores occidentales;·         geográficamente no es europea.   Además de la no-europeidad de Turquía, hay una serie de razones de peso para no haber considerado la integración plena en la UE. Estas son las siguientes: ·         Geopolíticas   ·         Económicas·         Demográficas          ·         Religiosas y culturales·         Diferencia de valores fundamentales.

La no-adhesión no quiere decir que se abandone a Turquía a su suerte y a las posibles tinieblas del creciente islamismo dado que no le conviene ni a Turquía ni a Europa. Además, sería poco ético dejar de lado a un pueblo que ha sido un leal aliado de Occidente en los tiempos de la Guerra Fría y que se esfuerza por lograr la modernidad. Pero entre eso y el sí a la adhesión hay un gran trecho; lo más razonable sería un pacto de cooperación reforzada que sirva para impulsar los valores occidentales, el desarrollo económico y social.  El proceso negociador es muy posible que lleve bastante más tiempo del empleado en otras adhesiones. Y no es fácil predecir si para más allá del año 2015 Turquía será miembro de la UE, ya que los cambios que se produzcan en el panorama político internacional pueden influir mucho de variadas formas en las posturas de ambas partes. La cuestión quedará abierta hasta entonces, los escenarios resultantes podrían ser: 

 ·         la adhesión plena·         incorporación a una zona económica europea·         y/o la colaboración estratégica   Esperemos que durante las prolongadas negociaciones salgan a la luz todos los aspectos claves y que una alternativa a la adhesión se vaya trazando progresivamente. No hay que pensar que la suerte esté echada del todo dado que el marco negociador es abierto. Todo dependerá de la evolución de la propia UE y de la capacidad de las dos partes para elaborar fórmulas sustitutivas atractivas y equitativas. A modo de ejemplo la asociación especial podría contemplar asuntos como:  ·         la participación de Turquía en la gestión de la política comercial de la UE;·         el control de la inmigración y la vigilancia en común de las fronteras turcas;·         el establecimiento de una política de ayuda al desarrollo específica para Turquía;·         cooperación reforzada en asuntos de política exterior, de seguridad y defensa;·         cooperación en temas de medios de comunicación y en materia cultural;·         la solución de la cuestión chipriota.  

Una fórmula encaminada a la colaboración y la cooperación estratégicas reduciría simultáneamente los riesgos para la UE y las dificultades para Turquía derivados de una posible adhesión. Asimismo, permitiría a ambas partes desempeñar su papel correspondiente en dos regiones que son distintas, pero que son claves para la estabilidad mundial.  

Una carga de dos billones de dólares

Una carga de dos billones de dólares

En julio de 1944 delegados de cuarenta y ocho países se reunieron en Bretton Woods, EEUU, para establecer un sistema monetario que pusiera orden en los mercados cambiarios y favoreciese el comercio internacional. Como resultado de esta conferencia, se crearon el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (BIRF) -posteriormente, Banco Mundial (BM)-. El FMI se creó con el objetivo de estabilizar los intercambios de divisas asegurando la estabilidad cambiaria. El BM se fundó con la misión de proporcionar créditos necesarios para que las bases productivas de los países pudieran conformarse y producir lo necesario para generar bienestar.

Sin embargo, las funciones de estas instituciones financieras y su puesta en práctica se han ido desvirtuando según la orientación de grandes potencias desarrolladas al servicio del gran capital. Ya en su constitución, hubo una falta de atención casi inevitable a los intereses de los PVD. La mayoría de ellos eran aún colonias y, por lo tanto, no estuvieron representados en Bretton Woods. EEUU logró imponer sus normas: un sistema de cambios fijos y la paridad establecida en relación al oro o el dólar estadounidense. Así, hablamos de un orden económico internacional impuesto por las grandes potencias que ejercen su influencia a través de las instituciones financieras multilaterales.

En este orden económico, los países del sur se vieron ante la necesidad de endeudarse ante la ausencia de recursos monetarios nacionales suficientes para superar la pobreza. Una situación que, a su vez, se deriva de la particular forma de inserción en el actual orden económico internacional adaptando sus economías naturales. Hablamos de escaso acceso al mercado, bajadas de precios de sus exportaciones o proteccionismo de los mercados del norte. Esto hace que, ante la imposibilidad de producir suficientes recursos internos para financiar los cambios necesarios en su estructura productiva tengan que buscar esa financiación fuera, acogiéndose al endeudamiento externo.

Éste es un proceso cíclico. Para pagar la deuda, necesitan dinero y, para obtener dinero, necesitan endeudarse. Esta deuda económica se traduce en una deuda social ante la explotación del propio país por parte de los acreedores empobreciéndooslo aún más si cabe.

Con ingresos suficientes, los gobiernos apelan a nuevos endeudamientos. Necesitados de recursos y presionados por nuevas condiciones crediticias, los Estados tienen que recurrir a la creación de nuevos impuestos -y al incremento de los ya existentes-, al aumento sistemático de las tarifas en los servicios públicos, al endeudamiento interno y a la sobreexplotación de los recursos naturales. Todo ello es producto de la imposición de modelos de desarrollo incompatible con las condiciones propias de la región. En estas circunstancias, alcanzar niveles de desarrollo y de sistemas de distribución que garanticen una calidad de vida digna se antoja como un objetivo casi inalcanzable.

Un país, como hemos visto, necesita tener medios de pago internacionales. Para obtener las divisas necesarias destinadas a afrontar los pagos se puede recurrir a varias fuentes como el producto de sus exportaciones, el ahorro interno o las reservas de divisas. Si estas fuentes no son suficientes o no disponen de ellas, se recurre a nuevos préstamos.

La deuda de los países del Tercer Mundo crece año tras año de forma desmesurada. Se encuentran en una espiral continua donde se contraen nuevos préstamos para pagar los intereses de los anteriores. Las obligaciones internacionales de estos países crece mucho más rápido que su capacidad de pago, lo que genera consecuencias sociales muy graves.

 

Ante esta situación de endeudamiento y los desequilibrios que provoca en la balanza de pagos, el FMI ha marcado sus objetivos inmediatos: asegurarse de que los países deudores paguen sus deudas para poder salvar de la banca rota a los poderosos bancos de los países ricos. A la misma vez, ofrece préstamos a corto plazo –condicionados- para que los países del Tercer Mundo puedan seguir pagando sus deudas. Como se puede apreciar, en instituciones financieras se trabaja con criterios fuertemente economicistas en lugar de criterios basados en un desarrollo centrado en el hombre y no sólo en el crecimiento de su PIB.

Es curioso, sin embargo, que las grandes potencias nunca o casi nunca han pagado sus deudas. Si, por ejemplo, los países latinoamericanos recibieran un trato similar al de Alemania y otros países europeos después de la IGM, la deuda latinoamericana debería reducirse en más del 50%.

Políticas de ajuste

Las medidas que se toman desde el FMI y el BM ante la situación de los PVD se aglutinan en los llamados Planes de Ajuste Estructural Reforzado. Estos planes incluyen una subida de impuestos para aumentar las contribuciones y equilibrar los presupuestos, la supresión de controles sobre los precios y los tipos de interés, la privatización de las empresas públicas, la reducción de aranceles aduaneros y de reglamentaciones laborales, la devaluación de la moneda local, la orientación del sector productivo al sector exportador y la limitación y el control del gasto público. Estas actuaciones, impulsadas desde el FMI, tienen consecuencias en el desarrollo humano como la sobreexplotación de recursos, la reducción de gastos sociales y el cierre de empresas locales ante la nueva competencia exterior.

Estas políticas de  ajuste, que se imponen a los países deudores, llegan a ser económicamente recesivas y socialmente regresivas pues el único objetivo del FMI es que los deudores paguen sus deudas. Con estas iniciativas, la espiral de deuda sigue creciendo porque la economía de los países deudores permanece estancada o crece lentamente. Esto hace que los países del Tercer Mundo se encuentren muchas veces ante la imposibilidad de pagar la deuda en las condiciones pactadas.

Las políticas de ajuste son la condición que se impone a los países deudores que necesitan imperativamente negociar la deuda y seguir teniendo acceso a los mercados financieros internacionales. Algunos de los “principios rectores” que imponen el FMI y el BM en esa negociación son la apertura de los sectores que ha estado protegidos frente a competencia del mercado y la eliminación de subvenciones, contener la demanda global y flexibilizar el control de precios y de restricciones comerciales. Estas medidas facilitan la entrada de capitales y un mayor control de la economía interna.

A menudo, se han impuesto políticas de liberalización financiera y la apertura en la cuenta de capital de la balanza de pagos. De este modo, el país receptor queda sujeto a la libre entrada y salida de fondos quedando sometido a los flujos de capital, el nivel de la tasa de interés y la actividad especulativa. Se impone una política de altas tasas de interés y bajo gasto público en un esfuerzo por mantener la confianza de los inversores extranjeros. El verdadero problema es que se implantan en los PVD políticas que no se adecuan a las necesidades de estos países.

Por estas razones, el FMI y el BM han sido duramente criticados, debido al impacto social de esas políticas que desarrollan en los PVD. Los efectos sociales adversos son provocados por diversas medidas como la contracción monetaria y fiscal, que derivan en cierre de empresas, desempleo o tasas de crecimiento negativas, o los recortes en el gasto público que restan recursos para la educación o la sanidad. La eliminación o reducción de subsidios gubernamentales incrementa el costo de vida en países donde no hay recursos suficientes. Esto contribuye a aumentar la pobreza y el desempleo, a la pérdida de ingresos y a la reducción del acceso a bienes y servicios esenciales.

 

 La política de condicionalidad

Las condicionalidades asociadas a los préstamos del FMI y del BM han delineado las economías y el desarrollo social de los países que reclaman este tipo de ayudas. En primer lugar, cabe destacar el hecho de que la ayuda está disponible para aquellos países cuyas situaciones de política interna, política exterior, política de exportación o tratamiento de las inversiones extranjeras privadas, se consideren “convenientes” de forma que no amenacen determinados intereses.

Hablamos de unas condiciones o requisitos que se endurecen y se piden a los países que solicitan los préstamos que, en muchas ocasiones, no están en disposición de cumplir por su situación económica, política o social. A los países que no pueden pagar las deudas y solicitan estas ayudas se les pide más condiciones, más pagos, que engrosan esa deuda y los sume aún más en una situación de pobreza extrema. Estas condiciones, además de hacer una distinción entre países aumenta la desigualdad ya existente entre ellos.

Muchos de estos países tienen que acceder a ciertas condiciones como la explotación de sus recursos, la ingerencia en su economía interna, los flujos de capital extranjero sin control o la actividad especulativa.

Son condiciones que se imponen a una economía debilitada que con estas directrices ve mermadas todas sus posibilidades de desarrollo. Así, los pocos beneficios que puedan tener van disminuyendo como consecuencia de la entrada de productos y capitales externos. Estos requisitos, en vez de flexibilizarse para hacerse más asequibles, se endurecen. Por parte del FMI se solicita una doble condicionalidad: económica y jurídica. Esto, como hemos apuntado, se deriva en una fuerte discriminación ya que la mayoría de los PVD sólo pueden acceder a estos créditos condicionados debido a su débil política económica y financiera.

 

Actualmente, la deuda externa de los países del Tercer Mundo asciende a algo más de dos billones de dólares y tiene como resultado una transferencia neta de recursos del sur hacia el norte. Por tanto, es una deuda que interesa a las grandes potencias.

Es curioso señalar que descontando los intereses, los intereses de los intereses, los gastos y las comisiones, la deuda habría sido ya totalmente pagada. Ésta es la causa de un enriquecimiento sin causa de los acreedores, que mantienen las obligaciones de los PVD a pesar de que las condiciones de la misma han cambiado. Por otra parte, los países acreedores siendo expoliando a los países deudores incluso en aquello que es esencial para la población.

 

Para salir de este atolladero y fomentar el desarrollo de los países del Tercer Mundo, es esencial condonar la deuda (porque ya ha sido pagada) y, sobre todo, teniendo en cuenta que es imposible llegar a pagarla –pero sigue dando beneficios a los más ricos y empobreciendo aún más a los más pobres-. Sería interesante realizar políticas de crecimiento económico, que para que sean estables deben estar acompañadas de una política de redistribución de ingresos, de pleno empleo y de ampliación de servicios sociales, justo lo contrario de las políticas que impone el FMI. También es fundamental reconocer un precio internacional equitativo a las materias primas y productos de los países pobres.

Estas medidas, lejos de poder realizarse a corto plazo, abren las puertas a otras iniciativas que mejoren la situación de los PVD. Hoy en día no existe un sistema por el que el país deudor y los acreedores se reúnan para coordinar sus actuaciones. Se precisa un sistema integral de arbitraje y refinanciación de las deudas y un mayor control de los flujos de capitales extranjeros (en muchas ocasiones, los PVD se enfrentan a masivas fugas de capitales). Hablamos de una revisión de la política macroeconómica de las instituciones financieras: de su presupuesto y el gasto público, la oferta de dinero, las tasas de interés, los tipos de cambio o la regulación de las cuentas de capital.

Pero sólo se podrá erradicar el problema si los países del Tercer Mundo tienen derecho a participar en la reformulación de las políticas de forma que se ajusten a sus necesidades e intereses. Éste es el principal problema: la adecuación de las condiciones a los intereses de los países deudores. La aceptación de condiciones impuestas desde fuera se ha comprobado que no lleva a buenos resultados para el desarrollo. El derecho a participar en la planificación de las políticas es un elemento fundamental para una condicionalidad adecuada y su posterior implementación.

Sin garantías

La universalidad de los derechos humanos es un principio incuestionable. No obstante, si analizamos la realidad internacional podemos comprobar cómo esos derechos que se suponen inalienables para todos los seres humanos son quebrantados con total impunidad. La aplicación de un doble rasero por los gobiernos de las grandes potencias ha dado razones a los que ponen en tela de juicio esa universalidad de los derechos humanos. La hipocresía y la selectividad ya patentes se hicieron más notorias a raíz de los atentados del 11 de septiembre y sirvieron como justificación para formar una alianza en la “guerra contra el terrorismo”.

Varios gobiernos guardaron silencio sobre los abusos cometidos por aquellos que se definían como sus aliados. Los mismos gobiernos que denunciaban los abusos cometidos contra las mujeres por los talibanes en Afganistán no se pronunciaron sobre su situación en Arabia Saudí. Los que condenaban la violación de derechos humanos en Irak no hicieron lo mismo con respecto a los abusos cometidos por las tropas rusas en Chechenia.

Cuando las prioridades en materia de derechos humanos se pueden modificar con arreglo a los intereses de las grandes potencias, la universalidad de éstos queda en entredicho. En los últimos años, se ha aceptado el concepto subjetivo de “terrorismo” que hace que los Estados condenen la violencia de sus adversarios y toleren las de sus aliados. No se pueden garantizar los derechos humanos si éstos se interpretan de forma arbitraria. El derecho a la vida, a la integridad física y mental, a nos ser detenido arbitrariamente, a la libertad de expresión o a vivir dignamente son derechos que deben respetarse y garantizarse por todos los gobiernos.

 La utopía africana

Los homicidios, los secuestros y las violaciones por parte de las fuerzas gubernamentales y los grupos armados de oposición siguen teniendo un carácter generalizado en los conflictos armados de la República Democrática del Congo (RDC), Somalia, Sudán y Uganda. Los avances logrados gracias a la firma de diversos acuerdos de paz siguen siendo muy frágiles en países como Burundi o Costa de Marfil. Los conflictos armados siguen siendo el principal obstáculo para el continente africano en su desarrollo político, económico y social. Buen ejemplo de esto lo encontramos en Darfur (Sudán), donde las actuaciones de las milicias respaldadas por el gobierno se traducen en homicidios, expulsión de los hogares y violación de los acuerdos de alto el fuego. La población civil sigue siendo la principal afectada de las confrontaciones políticas y de la lucha armada. Las torturas y las violaciones siguen perpetrándose en la República Democrática del Congo prácticamente a diario. Hablamos de un continente donde la proliferación de armas pequeñas es una de las principales causas de los abusos contra los derechos humanos.

A esta situación de conflicto casi permanente hay que unir la represión política de los gobiernos que restringen por ley derechos como la libertad de expresión y de asociación. Incluso se puede llegar al extremo de permitir a las milicias juveniles atacar impunemente a las personas consideradas críticas por el gobierno de turno, como ocurre en Zimbabwe. De hecho, las autoridades hacen la vista gorda cuando deberían llevar ante la justicia a miembros de las fuerzas de seguridad implicados en la violación de derechos humanos en el ejercicio de su cargo.

Sin embargo, hay que destacar que durante 2004 se amplió el papel de misiones de mantenimiento de la paz en África con el despliegue de las tropas de la ONU -cuya misión principal era la protección de los civiles-. Asimismo, mediante el empleo de los mecanismos de justicia se registraron novedades en el tratamiento de la impunidad por las violaciones de los derechos humanos en los conflictos armados. Como ejemplo, encontramos los juicios en el Tribunal Especial de Sierra Leona contra las personas acusadas de crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y otras violaciones del derecho internacional como la esclavitud sexual. Pero, por otra parte, con relación a estos abusos, hay que reseñar que las mujeres y las niñas siguen siendo utilizadas como arma de guerra y en muchos países los niños siguen reclutándose como soldados.

Es evidente que con esta situación, es difícil garantizar los derechos económicos, sociales y culturales de la población africana. La situación económica sigue siendo muy grave. La corrupción generalizada y la explotación ilegal de los recursos naturales fomentan que muchas personas se vean privadas de los derechos más básicos como el derecho a la alimentación, la salud, la vivienda o la educación. A esto contribuye el hecho de muchos gobiernos llevan a cabo políticas discriminatorias que dificultan la garantía de los derechos de los sectores marginados.

 

Se han dado algunos pasos, sobre todo enfocados al Norte del continente, para fomentar el desarrollo en la región. Se ha apoyado por parte del G8 la Iniciativa para el Gran Oriente Medio y Norte de África; un plan de cooperación para impulsar las reformas democráticas, sociales y económicas y las garantías en materia de derechos humanos y libertades fundamentales. Por su parte, el nuevo Código de Familia de Marruecos ha mejorado el marco jurídico de los derechos de las mujeres.

 La “guerra contra el terror” americana

El desprecio por el derecho internacional humanitario y las normas internacionales sobre derechos humanos en la “guerra contra el terror” sigue estando patente en la Administración Bush, que se ha erigido en numerosas ocasiones como la mayor defensora de los derechos humanos en todo el mundo. Las torturas infligidas a detenidos bajo la custodia de EEUU en la prisión iraquí de Abu Ghraib, los crímenes de guerra en Irak y los indicios de tortura y malos tratos a detenidos bajo custodia estadounidense mostraron la verdadera política sobre derechos humanos de EEUU: sacrificarlos con el pretexto de la seguridad.

Esta “guerra contra el terror” y la “guerra contra las drogas” caracterizan las relaciones de EEUU con Latinoamérica. Prueba de esto es que EEUU duplicó el máximo de efectivos desplegados en Colombia en operaciones de contrainsurgencia y antinarcóticos.

La situación en Latinoamérica no es mucho mejor. La violencia y la represión política siguen marcando el modus operandi de gran parte de los gobiernos de la región. La población civil se encuentra en el punto de mira de las partes implicadas en los conflictos: las fuerzas de seguridad, los paramilitares respaldados por el gobierno y los grupos armados de la oposición. Pero a pesar de algunas resistencias, continuaron los avances en la región para combatir la impunidad por las graves violaciones de derechos humaos perpetradas en las últimas décadas. Sin embargo, son muchos los gobiernos que se niegan a juzgar a los militares por tribunales civiles.

Este conjunto de circunstancias no hace más que acentuar las crecientes diferencias en cuanto a los niveles de riqueza que derivan en importantes desigualdades en materia económica y en el acceso a derechos básicos como la educación, la salud, el agua y la electricidad. A esto se suma la facilidad para conseguir armas y las frecuentes escaramuzas fronterizas que provocan una situación de alerta permanente.

Sin embargo no hay que dejar pasar el compromiso de algunos gobiernos a apoyar el trabajo de los activistas de derechos humanos, aunque algunos menoscabaron la solidez de estos compromisos tolerando declaraciones calumniosas de altos cargos contra ellos.

EEUU continuó presionando a los gobiernos de la región para que firmaran acuerdos de inmunidad ilegítimos que impedían la entrega de ciudadanos estadounidenses a la Corte Penal Internacional bajo amenaza de cortar la ayuda al desarrollo a determinados países. Y, bajo la presión internacional, se sigue ejecutando la pena de muerte a menores de edad o discapacitados mentales contraviniendo una vez más las normas internacionales que tanto aboga.

 La duda asiática: el ejemplo de Oceanía

Los derechos humanos desempeñaron un papel central en las elecciones celebradas en 2004 en la región. El peso que cuestiones como la pobreza, la lucha contra el terrorismo y la impunidad tuvieron en los programas políticos revitalizó la necesidad de protección de los derechos universales en países como Afganistán, Australia, Camboya, India, Indonesia o Filipinas.

Sin embargo estos avances encuentran casi siempre oposición en el continente asiático. Como ejemplo, Bután, Brunei y Maldivas, que realizaron intentos de democratización y perfeccionamiento de los derechos humanos y se vieron envueltos en numerosas protestas. En Maldivas, las manifestaciones en apoyo de una declaración de reformas acarrearon el establecimiento del estado de excepción, detenciones colectivas y la reclusión arbitraria de numerosos activistas y parlamentarios. La represión de la disidencia política también está presente en China, Corea del Norte o Vietnam. Esta represión es ejercida por el ejército y los grupos políticos armados en países como Indonesia o la India donde no existe el derecho a un juicio justo: “aquellos que pongan en peligro la estabilidad del régimen deben ser eliminados”.

La lucha contra presuntos simpatizantes del régimen talibán o de Al Qaeda se ha convertido en una persecución constante en la que las detenciones arbitrarias y la reclusión sin poder acceder a autoridades judiciales se ha convertido en una práctica habitual, como lo es en China o Pakistán.

Diferentes Estados han adoptado una política de arresto inmediato en materia de seguridad. Entre Irán, Arabia Saudí, Yemen y otros países del Golfo se efectúan traslados de sospechosos, según Amnistía Internacional, por motivos de seguridad sin haber comprobado si los reclusos tendrían garantizados sus derechos. Son frecuentes las detenciones arbitrarias, torturas, los malos tratos y los juicios injustos.

Mención aparte merece la situación de las mujeres que sometidas a la voluntad del varón. Hablamos de una región, como Afganistán, donde las mujeres son encarceladas por ser acusadas de fuga del hogar, adulterio y otras formas ilícitas de relación sexual fuera del matrimonio.

 El conflicto entre israelíes y palestinos

En los territorios ocupados, si bien es cierto que algunas colonias ha sido desmanteladas, el ejército israelí sigue contraviniendo las normas de derecho internacional al no cumplir los acuerdos de Oslo y con graves carencias en la puesta en práctica de la Hoja de Ruta- una Hoja de Ruta que los palestinos tampoco han cumplido-. Los homicidios y el derribo de viviendas siguen estando a la orden del día y, a pesar de la resolución de la Corte Internacional de Justicia, Israel prosigue con la construcción del muro en Cisjordania.

 

Asia ha albergado diferentes reuniones internacionales sobre derechos humanos como el Foro Social Mundial o el Foro de Instituciones de Derechos Humanos Nacionales de Asia y Oceanía. Son pequeños avances en una región que hasta hace poco la Constitución, por ejemplo la afgana, no reconocía la igualdad ente hombres y mujeres. El freno al avance lo ponen, en muchas ocasiones, los propios gobiernos que acusan de subversión o de delito contra la seguridad nacional a los defensores de las reformas y a activistas de la sociedad civil.

Pero podemos hablar de interesantes iniciativas llevadas a cabo en Oriente Medio. La Unión Europea sigue comprometida con los Estados de la región mediante los Acuerdos Euromediterráneos de Asociación y Diálogo con Libia, Irán y los Estados del Golfo Pérsico. La Liga de Estados Árabes ha adoptado una versión revisada de la Carta Árabe de Derechos Humanos y se han llevado a cabo diversas iniciativas regionales como la campaña para combatir la violencia contra las mujeres en Ammán o la Organización Nacional para la Defensa de los Derechos Humanos y Libertades en Yemen.

 

 La falta de voluntad en Europa

“La guerra contra el terror” también se extiende por Europa. La muestra más reciente la encontramos en unas imágenes en las que se puede ver como un grupo de militares británicos agredían a jóvenes iraquíes.

En Europa se practica constantemente una doble moral. En Uzbekistán, se condenó a decenas de personas acusadas de delitos relacionados con el terrorismo después de juicios sin las garantías procesales requeridas. Y, por otra parte, las fuerzas de seguridad de la Federación Rusa gozan de impunidad respecto a los abusos perpetrados en Chechenia.

Un ejemplo más lo encontramos en el Reino Unido. La instancia judicial más alta del país resolvió que era ilegal la detención indefinida sin cargos ni juicio de presuntos terroristas internacionales extranjeros. Pero en la práctica, los detenidos seguían bajo arresto un año después. El debate actual en Europa se centra en el endurecimiento de las leyes en la ya mencionada “lucha contra el terrorismo” en detrimento de ciertas garantías, libertades y derechos fundamentales.

A pesar de lo logros conseguidos, la discriminación por motivos raciales sigue siendo una de las principales amenazas en el continente europeo. En los países de la ex Yugoslavia, numerosas personas que tratan de reconstruir sus vidas después de verse desplazadas por la guerra, siguen sufriendo discriminación por motivos étnicos –sobre todo en el acceso al trabajo, la educación y la asistencia médica-.

Entre los más afectados se encuentran los inmigrantes y solicitantes de asilo. El ejemplo más claro lo encontramos en las revueltas que se produjeron en Francia a finales del pasado año. Unas revueltas que reflejaban la impotencia de la comunidad inmigrante ante la falta de atención y oportunidades de un gobierno francés que se ha erigido como defensor de la integración. Tampoco son de menor calado, las confrontaciones y persecuciones en países del Norte contra colectivos gays, negros o transexuales.

La falta de voluntad política y las deficiencias de los sistemas judiciales se ponen de relieve cuando bajo la supuesta protección de las autoridades de Bosnia Herzegovina, Croacia y Serbia y Montenegro, algunos presuntos criminales de guerra siguieron eludiendo la detención. Sin embargo, cabe destacar las últimas detenciones que han puesto bajo custodia del Tribunal Penal Internacional a ex dirigentes militares acusados de crímenes de guerra y de lesa humanidad.

Es interesante el contraste que se puede apreciar entre países oeste de Europa y los del Este en materia de represión. En España, Francia o Italia son frecuentes las manifestaciones populares mientras que en Turkmenistán o Turquía se prohíben ciertas manifestaciones y en Rusia son perseguidos los activistas de derechos humanos que intentan llevar al Tribunal Europeo de Derechos Humanos los abusos cometidos en Chechenia. Como ejemplo, encontramos la reciente ley sobre ONG´s en Rusia que delimita su campo de actuación y controla su financiación.

 

Podemos decir que Europa es un continente activo en cuanto a la defensa de derechos humanos. La Unión Europea incorporó su Carta de Derechos Fundamentales al nuevo tratado constitucional y decidió crear un organismo de derechos humanos. Por su parte, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa y el Comité Europeo contra el Racismo y la Intolerancia hicieron varias recomendaciones de política general sobre las formas de lucha contra el antisemitismo y el racismo a la misma vez que se combate el terrorismo. Y más recientemente, y tras las oleadas de violencia suscitadas por las caricaturas de Mahoma, la ONU está estudiando incorporar en la defensa de los derechos humanos la condena contra la blasfemia. Estas medidas deben servir para cambiar la complaciente actitud de la UE sobre la observancia de los derechos humanos dentro de sus propias fronteras.

 

 Problemas comunes

Los intereses económicos, la hipocresía política y la discriminación socialmente organizada siguen alimentando los conflictos armados en todo el mundo. La “guerra contra el terror” ha sido más efectiva en la erosión de los derechos humanos que en la efectiva lucha contra el terrorismo internacional. Los conflictos armados siguen provocando miles de víctimas a manos de los grupos armados. Unos enfrentamientos cuyas consecuencias padece la sociedad civil que vive en ínfimas condiciones de vida, sin la garantía de los derechos más básicos, como la alimentación o la sanidad.

Las violaciones y tratos degradantes de la mujer en todos los continentes sigue siendo un problema esencial para garantizar la igualdad en cuanto al acceso y disfrute de los derechos humanos. También las comunidades marginadas vieron mermados sus derechos económicos, sociales y culturales.

Pero por la pasividad o por la tolerancia de algunas prácticas en ciertos países, ni los gobiernos ni las organizaciones internacionales son capaces de atajar las violaciones de los derechos humanos que se cometen en todo el mundo. En muchos países justicia no es sinónimo de imparcialidad. La ausencia de garantías penales y procesales y la detención arbitraria son una práctica habitual en numerosas regiones. Unos juicios injustos que pueden acabar en con la pena de muerte.

La represión a la que se ven sometidos aquellos que se muestran contrarios a un régimen puede acabar en detenciones y arrestos. De la misma forma, gozan de impunidad muchos de los miembros de los gobiernos o de las fuerzas de seguridad.

La precaria situación que se vive en muchos países obliga a numeras personas a migrar a otras regiones. El problema de los refugiados sigue sin encontrar una solución definitiva: muchos son expulsados y otros viven en la marginalidad y la discriminación. Una marginalidad que también sufren las minorías étnicas y culturales.

 

En la lucha por la conquista y la garantía de los derechos humanos, son muchas las organizaciones y los activistas que encuentran trabas en los países en los que trabajan. Son muchos los gobiernos que limitan su actuación y controlan las actividades que desempeñan. El objetivo de este tipo de políticas es controlar el sistema, someter a los individuos e imponer sus normas. Unas políticas que se ejercen al margen y contraviniendo los derechos humanos que, por este tipo de actuaciones, están dejando de ser universales e inalienables en gran parte del mundo.

OEA: ruptura en la unión

“Atrás quedaron los tiempos en los que la OEA era un arma de Washington. La OEA ya no es el espacio ni el patio trasero de los EEUU”. Estas declaraciones fueron realizadas por Delcy Rodríguez, viceministra para Europa y encargada de Relaciones Exteriores en la XXV asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA) celebrada en junio de 2005. En la asamblea se puso de relieve, nuevamente, las tensiones internas que se viven en el seno de la OEA fruto de las desavenencias y del conflicto de intereses entre sus Estados miembros.

Resulta interesante comprobar cómo los principios recogidos en el acta fundacional de la OEA quedan relegados a un segundo plano cuando se trata de adoptar medidas y tomar decisiones ante la realidad internacional. Por poner un ejemplo, en el artículo 1 del acta se recoge que “la organización se ha desarrollado para lograr un orden de paz y justicia, fomentar la solidaridad, robustecer la colaboración y defender la soberanía, la integridad territorial y la independencia”. Sin embargo, en la última asamblea de la organización se produjo un enfrentamiento abierto entre Venezuela y EEUU; un conflicto por el que la potencia estadounidense quería establecer un monitoreo sobre las democracias de la región, de forma que pudiera intervenir en aquellos países donde se considerara que los gobernantes electos tenían comportamientos autoritarios. Según la Administración Bush, EEUU pretendía con esta iniciativa, que finalmente fue rechazada por la mayoría de los Estados, extender la democracia participativa, un principio esencial sobre el que se asienta el acta fundacional de la OEA.

Esta visión era muy diferente a la de los países latinoamericanos como Venezuela. Su presidente, Hugo Chávez acusó a los EEUU de querer romper la unidad de los países de América Latina. Chávez insistió en que la propuesta estadounidense violaba el principio fundamental de no ingerencia en los asuntos internos de los Estados y quebrantaba el principio de autodeterminación e independencia de las naciones, también recogidos en el acta fundacional de la organización.

Éste caso es sólo una muestra más de las divergencias internas que caracterizan a las organizaciones internacionales. En la prensa internacional, podemos ver cómo en cada cumbre de la OMC (Organización Mundial del Comercio), de la UE (Unión Europea) o de la propia OEA, los procesos de negociación se convierten en un tortuoso camino hacia la consecución de intereses particulares, donde los intereses supranacionales quedan supeditados a los intereses nacionales.

La OEA fue creada en 1948 a consecuencia de los cambios que se estaban produciendo en el sistema internacional, con relación a sus actores, estructuras y procesos, donde numerosos Estados que habían sido antiguas colonias estaban cobrando protagonismo. Esta situación derivó en la necesidad de impulsar procesos de integración y cooperación en los que los países afines cultural, social y geográficamente pudieran consolidarse en el sistema internacional configurándose como destacados actores ante la sociedad global.

Basándonos en su acta fundacional, la OEA fue creada en defensa de la libertad, la paz y la seguridad, el respeto por la soberanía de cada Estado y la protección de los derechos individuales. Para conseguir la estabilidad y el desarrollo de la región, la consolidación de la democracia representativa era el pilar básico. Pero, sobre todo, cabe destacar los principios de solidaridad y buena vecindad basados en una intensa cooperación continental.

Estos pilares básicos sobre los que se sustentaba la creación de la OEA han ido cediendo protagonismo a los intereses nacionales basados en el enriquecimiento propio y el control político de la región. La cooperación económica se limita a beneficios particulares entre varios estados. De esta forma, la percepción actual de la OEA es que se ha sumido en una fuerte polarización, como quedó reflejada en la IV Cumbre de las Américas celebrada el pasado mes de noviembre donde se enfrentaron abiertamente dos bloques de países: aquellos que forman parte de MERCOSUR –Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina- y aquellos que defendían el modelo de libre mercado propuesto por la Administración Bush –EEUU, Méjico y Chile-.

Por tanto, difieren en gran medida los cometidos y alcances para los que esta organización regional fue creada de las decisiones y actuaciones de sus Estados miembros. De esta forma, lo que debería ser una función integradora, sobre todo encaminada a los ámbitos político y económico en la que los Estados socios cedieran parcelas de poder y autonomía, no es más que una suma de agregaciones basada en la independencia más que en la interdependencia.

 

 Alianza interamericana

Formada por 35 Estados miembros y con cuatro idiomas oficiales –español, francés, inglés y portugués- la OEA refleja la diversidad de culturas y pueblos unidos en una sola organización. Países independientes del Norte, del Sur, de Centroamérica y del Caribe conforman esta organización que cuenta con la colaboración y ayuda, principalmente económica, de más de 60 países en calidad de observadores permanentes. Esta ayuda que procede, entre otros, de países europeos como Alemania, Reino Unido, España o Francia, o asiáticos como China o Japón, es fundamental para el desarrollo y puesta en marcha de los numerosos programas que lleva a cabo la OEA.

Estos programas se orientan a la promoción de la democracia, los derechos humanos, el desarrollo sostenible y el medio ambiente, entre otros. Estos proyectos, según se recoge en la página web oficial de la OEA, están basados en sus principios fundacionales tales como la lucha contra la corrupción, el fomento del desarrollo social y económico, el combate a la trata de personas o la participación de la sociedad civil. Sin embargo, a pesar de los numerosos compromisos sociales a los que los Estados miembros se comprometieron, éstos no ven su proyección en la realidad de la sociedad americana, fundamentalmente en América Latina. 

De la percepción actual sobre la OEA se desprende que los proyectos a los que se dedica una mayor atención son de tipo político y económico dejando los programas sociales en un segundo plano. La sociedad latinoamericana si bien no es la que tiene los mayores índices de pobreza sí es la que refleja una mayor brecha entre sectores ricos y pobres. Lo que observamos en las asambleas de la organización es una continua disputa entre los socios por el control de recursos y el enriquecimiento económico más que por solucionar los problemas cotidianos de la sociedad.

 

Como todas las organizaciones internacionales, la OEA tiene una estructura orgánica permanente formada por una Asamblea General, una Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, los Consejos, el Comité Jurídico Internacional, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Secretaría General, las Conferencias Especializadas y varios Organismos Especializados.

A través de estos órganos, la OEA define sus objetivos y pone en práctica las decisiones que se toman y en las que participan todos sus integrantes. En este sentido, es fundamental para cualquier organización internacional la difusión y divulgación de sus actividades y proyectos para que puedan ser conocidos por el conjunto de la sociedad internacional.

En el caso de la OEA, cuenta con una Oficina de Relaciones Exteriores cuya misión principal es el intercambio de información y experiencias con otras instituciones. Asimismo, según lo que se recoge en su página web oficial, la OEA cuenta con la participación de la sociedad civil en sus proyectos, para lo que ha creado diversos programas como la “Fundación para las Américas: proyectos sociales” o el “Fondo para jóvenes empresarios”. Cabe destacar, asimismo, el “Fondo de paz” que se centra en la solución de controversias territoriales y fronterizas que frustran, en muchas ocasiones, la cooperación comercial internacional.

Como se puede apreciar, la OEA extiende su ámbito de actuación al terreno social con este tipo de proyectos que da a conocer a través de diversas publicaciones como el “Informe Anual del Secretario General”, la revista “Américas” o revistas electrónicas a través de las cuales se informa sobre el desarrollo de las Cumbres de las Américas. Asimismo, cuenta con diversos recursos culturales como un portal educativo o el Museo de Arte de las Américas, mediante los que difunde y da a conocer las diversas tradiciones y costumbres del continente.

Iniciativas como éstas resultan de gran interés ya que se centran en el plano social y cultural que a menudo, como hemos planteado anteriormente, quedan relegados a un segundo plano en las grandes cumbres de la organización. De esta forma, gran cantidad de programas sociales que lleva a cabo la OEA resultan desconocidos a menos que se acceda a estas publicaciones y recursos. Es por esto, por lo que la percepción acerca del ámbito de actuación en la actualidad de la organización puede ser errónea.

Si bien es cierto que para poder abordar los problemas de la sociedad americana es esencial establecer actuaciones políticas y económicas comunes, antes de esto es fundamental lograr la plena igualdad a la hora de acceder a los servicios que se puedan ofrecer. Mientras que Chávez y Bush siguen con sus descalificaciones personales que inundan los titulares de los periódicos, la sociedad latinoamericana sigue sin encontrar plenas soluciones a la creciente desigualdad y a la distancia cada vez mayor entre ricos y pobres. ¿Qué mejor solución para dar a conocer la magnitud real de estos problemas que centrar la próxima cumbre en políticas sociales comunes? ¿Para qué sirve un gasoducto si el disfrute del mismo queda relegado a unos pocos?

 

La guerra del oro negro

Después de que EEUU decidiera invadir Irak el 20 de marzo de 2003, el país se ha sumergido en un dura posguerra en la que lucha de facciones suníes, chiíes y kurdas por hacerse con el poder está minando de muertos el territorio iraquí. Casi tres años después, la invasión estadounidense ha sido calificada como “la guerra de las tres excusas encadenadas”. La Administración Bush intentó justificar el conflicto bélico hasta con tres argumentos diferentes que, con el tiempo, se han probado erróneos. Se acusó al régimen de Sadam Husein de tener en su poder armas de destrucción masiva; se vinculó el régimen con la organización terrorista Al Qaeda y se justificó la guerra como parte de la lucha contra el terrorismo; y, finalmente, la Administración Bush argumentó que la invasión era el instrumento para acabar con el régimen tiránico de Sadam. Sin embargo, autores como Noam Chomsky apuntan que “si Irak estuviera en algún lugar de África central, si no fuera la segunda mayor reserva de petróleo del mundo, los EEUU habrían hecho caso omiso del arsenal armamentístico de Bagdad. Controlar Irak significa controlar una gran fuente de poder estratégico, de riqueza material”.  

Desde el último tercio del siglo XIX, el petróleo –por sus mejores condiciones como combustible y la facilidad de transporte- se ha convertido en la energía primaria más importante del mundo. Prácticamente todas las actividades económicas se sustentan en el petróleo como fuente de energía, representando alrededor del 40% de las necesidades energéticas mundiales.

El precio del barril de petróleo se considera un referente en el sistema energético mundial y sus oscilaciones afectan a este sistema de forma unidireccional, es decir, las variaciones en la cotización del petróleo afectan al resto de los mercados energéticos y no a la inversa. Además, el mercado del petróleo forma parte vital de los mercados financieros ya que sus variaciones afectan a casi la totalidad del resto de los sectores. Así, la dependencia de la economía mundial del petróleo y de sus fluctuaciones e inestabilidad en los precios es cada vez mayor.

El petróleo y la gama de productos derivados lo convierten en uno de los factores más importantes del desarrollo económico y social en todo el mundo. Las decisiones estratégicas que toman los países productores con relación al crudo influyen en los precios de gran parte de los productos que consumimos. Cuando sube el petróleo se produce una subida de los costes, de forma más o menos inmediata, en casi todos los sectores productivos y, en consecuencia, este aumento se nota en los precios de los bienes de consumo. Por otra parte, la extracción y producción de petróleo está en manos de unos pocos países y son controladas por los denominados carteles de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), quienes con sus decisiones influyen en los distintos mercados en los que se fijan los precios mínimos del crudo. Por todo ello, es muy importante el impacto del petróleo en la economía mundial y en las de los diferentes países que dependen en gran medida de esta materia prima.

El crudo se convierte, de esta forma, en una “moneda de cambio” y en un instrumento de presión política y económica de primera magnitud. Las subidas y bajadas de los precios se producen por muy diversos factores, pero los más importantes son las decisiones políticas de los países productores, los conflictos sociales o bélicos en las zonas vinculadas a la producción de petróleo y, en ocasiones, las decisiones que puedan tomarse en determinados foros financieros mundiales. El petróleo se transa en los mercados internacionales y su valor puede determinar las ganancias o pérdidas en un mercado. Cualquier variación en el precio del crudo ejerce un efecto dominó sobre el resto de la cadena económica provocando una caída del consumo y un aumento de la inflación. Por otra parte, el impacto sobre la economía nacional depende de la importancia de las importaciones o exportaciones de petróleo en el Producto Interior Bruto (PIB) de cada país.

 

 Petróleo y subdesarrollo

El petróleo se encuentra mayoritariamente en los países subdesarrollados, lo que les otorga un poder invalorable. Las mayores reservas de petróleo se encuentran en países del Tercer Mundo que, además, cuentan con yacimientos de altísima productividad natural, mientras que los mayores consumidores son los países industrializados y, recientemente, China.

Estos países productores dependen, en gran medida, de sus exportaciones petroleras para sustentar su crecimiento económico y lo utilizan como instrumento de desarrollo. Por esta razón, los países productores presionan internacionalmente para que se siga utilizando el petróleo porque de lo contrario sus economías se hundirían ya que dependen de la llamada renta petrolera. Por tanto, sus economías están pendientes del comercio exterior. Sin embargo, podemos apreciar que esta situación está empezando a cambiar paulatinamente tanto por la gama de las exportaciones como por la disminución de la dependencia de las importaciones.

El petróleo se consume de forma mayoritaria en los países donde no se produce. Entre EEUU y Europa Occidental absorben casi la mitad del consumo petrolífero mundial. Sin embargo, los países del Golfo Pérsico, que sólo representan el 4,5% del consumo mundial, son los mayores emisores con el 26% de la producción. De esta forma, los países occidentales dependen de la importación y se ven sometidos a los precios que imponga un mercado oscilante e imprevisible, cuyas variaciones pueden tener graves y encadenadas consecuencias en la economía mundial, como caída del consumo, el aumento de la inflación o el incremento de los tipos de interés.

Haciendo memoria histórica, desde comienzos del s.XX los países productores de petróleo del Tercer Mundo se “integran” en la economía capitalista mundial como surtidores de petróleo y también como importadores de los productos provenientes de los países desarrollados. A la dependencia de las exportaciones petroleras se une la dependencia establecida a través del control directo de los recursos mediante grandes compañías procedentes de las grandes potencias ya que estos países tienen la materia prima pero, en muchas ocasiones, carecen de capital y tecnología para asumir su propia industria y se ven obligados a cederlas en concesiones que daban un trato desigual a los países productores. De esta forma, el mercado petrolero internacional –desde la producción hasta el consumo final- estaba controlado por las grandes potencias que satisfacían sus propios intereses.

En este contexto, la OPEP nace para garantizar el dominio de los productores en el mercado petrolero, producir sólo lo necesario, evitar la superproducción, y, por lo tanto, el predominio de los consumidores. Las cuotas de producción eran el mecanismo de control político con el que podían contar los productores para enfrentarse al imperialismo petrolero de los países dominantes. Sin embargo, actualmente existe una gran controversia respecto al papel que ejerce esta institución dentro del mercado internacional. Se ha acusado a la OPEP de formar un monopolio y de determinar de forma unilateral los precios del barril ya que controla la mayor parte de la producción mundial de petróleo (aunque existen países productores que no pertenecen a esta organización como Rusia o EEUU).

El grueso del comercio internacional de los estados miembros de la OPEP se realiza en el mundo industrializado. Además de esta dependencia del comercio exterior, los países de la OPEP tienen las características comunes de las economías petroleras: la dependencia de la renta petrolera, producción no petrolera escasa, aparato industrial poco productivo y el estado como principal protector y estimulador de la economía.

 

Un claro ejemplo de la importancia de esta organización en la economía mundial lo encontramos en el año 1973, cuando los países productores de petróleo (en su gran mayoría periféricos) coordinaron sus políticas e impusieron condiciones de diversa naturaleza a las naciones consumidoras (periféricas), ya que la negativa de estos últimos tendría importantes repercusiones económicas, políticas y sociales en su país. De esta forma, los países periféricos pudieron materializar su recurso de poder y forzó una mejora en los términos de intercambio, además de la recesión en la economía mundial que esta medida generó.

Desde una perspectiva más actual, los países productores mantienen el riesgo de sufrir un deterioro en términos de intercambio como consecuencia de una posible producción concentrada de los países llamados centrales, lo que dificultaría cambios en los precios a favor de los países productores. Esta concentración de la que hablamos se materializa en la estrategia adoptada por la Administración Bush en 2004 para debilitar la OPEP y que tenía por eje el control de los yacimientos de Irak. De hecho, muchos analistas apuntan que la retirada de las tropas estadounidenses del territorio iraquí estará supeditada a un control más o menos estable de parte de los yacimientos de petróleo.

Los países exportadores de petróleo son conscientes del papel clave que tienen en la economía mundial por lo que intentan controlar los niveles de producción. El poder que adquirió la OPEP hace 30 años ha disminuido con el tiempo pero, actualmente, sigue llevando las riendas del mercado y logra disparar los precios del crudo a pesar de que los países industrializados han intentado contrarrestar esta situación con medidas como la creación de la Agencia Internacional de Energía (AIE) –cuyo objetivo fundamental era reducir los precios del petróleo e incrementar la producción de crudo-.

Esta “lucha competitiva” provoca cambios en los pecios del crudo. Una subida fuerte de los precios es beneficiosa a corto plazo pero a la larga estimula la investigación de otros campos y el desarrollo de formas alternativas de energía, con lo que los precios vuelven a bajar.

A su vez, una tarifa demasiado baja para el barril de crudo implicaría reducciones en las inversiones en infraestructuras, necesarias para mantener el flujo de petróleo en el mercado mundial. Así, la demanda global seguiría aumentando pero no habría suficiente crudo para cubrirla, lo que provocaría un nuevo incremento en los precios.

Podemos decir para concluir que la legítima pugna de intereses entre productores y consumidores de petróleo podría ser transformada en cooperación global que evite las grandes fluctuaciones desestabilizadores y los precios desorbitados del petróleo y de los precios de los productos industriales y, sobre todo, que permita prevenir las amenazas del abastecimiento energéticos que provocan los conflictos bélicos.

 Es comprensible que los países productores, para los cuales el petróleo es la principal y a veces única fuente de ingresos, busquen precios estables y remunerativos para su principal producto exportable. Por tanto, se precisan políticas que garanticen precios justos tanto para los consumidores como para los productores. Estos países productores deberán invertir de forma definitiva en la ampliación de su capacidad de producción. Y este proceso no está exento de problemas como las dificultades financieras, la volatilidad de los precios y la falta de transparencia del mercado. A esto, cabe añadir que la solución no es presionar a los países en desarrollo para que abran más sus mercados ya que no se ofrecen posibilidades de exportar para salir de la pobreza y el subdesarrollo.

Como se ha visto, la producción de petróleo no equivale a la posesión del mismo. Muchos países productores de petróleo carecen de industria suficiente para aprovechar sus recursos energéticos y se limitan a vendérselos a los países industrializados a quienes, a su vez, compran la energía elaborada (más cara que el petróleo que exportan).

El ejemplo más actual lo encontramos en Bolivia. El presidente electo, el indígena Evo Morales, ha anunciado medidas de nacionalización de la cadena productiva de los recursos, entre ellos el petróleo. Actualmente, el petróleo boliviano es explotado por empresas trasnacionales. Evo Morales pretende que el Estado sea el que comercialice y las trasnacionales se limiten a la prospección y extracción, algo que es inviable para las petroleras porque requiere una mayor inversión. Morales asegura que los contratos de las petroleras son ilegales ya que en la Constitución boliviana se recoge que el Estado es el dueño de los recursos naturales. Sin embargo, las petroleras extranjeras aseguran que la posesión sigue siendo del Estado y que lo que ellas controlan es la producción. Y en esto incide el líder boliviano, en regular los sectores privatizados desde 1995 que funcionan al margen del gobierno y que supone grandes pérdidas. El debate está servido.

Bajo una única bandera

Bajo una única bandera

 “Que nadie le haga sombra a EEUU”. Ésta fue una de las primeras declaraciones de George. W. Bush cuando se proclamó vencedor de las polémicas elecciones de 2000. En su política exterior, la Administración Bush estableció un objetivo cardinal: servirse del poderío estadounidense y, en especial, de su fuerza militar para recomponer un paisaje geopolítico en el que Washington determinara las reglas del juego. Los asesores del presidente lo tenían claro: “Debemos hacer cualquier cosa para impedir que un país o un bloque regional pueda algún día presentarse como rival para EEUU”. Y, de momento, se ha cumplido.

 

Una de las vías de comunicación más utilizadas actualmente es sin duda Internet, la World Wide Web. Cada día, millones de e-mails y documentos se intercambian a través de la red. Para evitar que otros usuarios puedan acceder a nuestra bandeja de entrada blindamos los contenidos con una contraseña o activando el spam. Sin embargo, lo que no sabemos es que desde California y activando unos cuantos botones muchos mensajes pueden quedar al descubierto. En esta ciudad estadounidense se encuentra el ICANN, la organización que controla los recursos de Internet como las direcciones de correo, los dominios o los números IP. Los servicios raíz, los que registran las direcciones, están controlados en su mayoría por EEUU, por sus universidades y por el propio ejército.

Éste es sólo un ejemplo más de la hegemonía estadounidense en el actual sistema internacional ante la mirada del resto de actores internacionales incapaces de hacerle frente ante su indiscutible dominio en la estructura internacional en todos los ámbitos: económico, político- militar y cultural. Esta hegemonía se traduce en una independencia y autonomía para influir en el resto de los actores. Es por esto por lo que actualmente hablamos de un sistema unipolar bajo el influjo estadounidense que, a pesar de la aparición de nuevas potencias en el sistema internacional –como la UE, China o Rusia-, sigue manteniendo su privilegiada posición haciendo del interés nacional un interés internacional.

Ya queda muy lejos el eurocentrismo del s.XIX, con un EEUU emergente y aislacionista. Después de la caída de la URSS, el orden internacional mutó.

 

Si bien es cierto que el orden internacional busca la estabilidad y el equilibrio entre potencias, las reglas y normas que lo rigen están determinadas por EEUU. Ante este panorama regido por la ley del más fuerte, es Europa quien puede ejercer de contrapeso y establecer un equilibrio ante la hegemonía estadounidense. Desde que llegó la paz, después de ser escenario de los conflictos más duros y mortíferos del s.XX, Europa ha crecido y se ha consolidado sobre pilares tan sólidos como la extensión de la democracia y los Derechos Humanos. Es innegable el desarrollo político, social y económico de la actual Unión Europea, sin embargo resulta insuficiente.

Para hacer frente a la superpotencia estadounidense es necesario una Unión Europea fuerte y cohesionada. Es evidente que, actualmente, la UE carece de suficiente unidad interna. Podemos afirmar que más que un todo es una suma de partes. En los países miembros prima más el interés nacional que el interés general de forma que se busca siempre el beneficio para el propio país. Un claro ejemplo lo encontramos en el eje franco- alemán y el Reino Unido. El actual primer ministro británico, Tony Blair, ha desarrollado una peculiar política exterior de cara a la UE. Para hacer frente al eje entre Francia y Alemania, el Reino Unido se alió con la derecha europea de hace unos años: España con José María Aznar e Italia con Silvio Bersulconi. Con este tipo de maniobras se pretende aumentar la influencia en detrimento de la de otros países en la Unión. Hablamos de una Europa fragmentada, dividida en pequeños bloques cuyos intereses se contraponen. Con una Unión Europea fragmentada, EEUU no ve peligrar su posición hegemónica.

En la actual Europa de los 25, donde cada país tiene sus propios rasgos y características, encontramos importantes diferencias de desarrollo, de organización política y de cultura, sobre todo con relación a la Europa del Este. Estas diferencias se plasman a la hora de configurar la política europea. El último tema de confrontación son los presupuestos para el periodo 2007- 2013 donde el cheque británico y la política agraria son los focos de interés que mantienen dividido a países miembros como España, Francia, Alemania o Reino Unido. Pero éste es sólo un ejemplo de los problemas que empañan la Unión Europea. También son causas de enfrentamiento la adhesión de Turquía o las reformas económicas.

Ante esta situación, es fundamental superar las diferencias entre los actores internacionales que forman parte de la Unión, para lo que es fundamental la voluntad política para lograr el consenso y mantener un apoyo sin fisuras a una política común. Para lograr esa Europa cohesionada es imprescindible mantener unas relaciones duraderas en el ámbito de la cooperación y la asociación. Es clave la coordinación de intereses y la resolución de problemas comunes. Éste sería sólo un primer paso para lograr una integración real. Una integración donde primara el interés supranacional. Sin embargo, esto último puede parecer utópico ya que los miembros de la Unión no tomarán ninguna medida ni decisión que suponga pérdidas para su país. Un país que puede retirarle el apoyo que lo legitima. Por eso, en esta lucha de intereses es fundamental buscar los puntos de encuentro sobre los que edificar una Europa sólida pero rica en cuanto a diversidad.

 

La recién elegida canciller alemana, Angela Merkel, plasmó a la perfección en su primer discurso en Francia la esencia de la Unión Europea. Merkel estableció que seguiría manteniendo los fuertes lazos que unen a Alemania y Francia pero sin cerrarse al resto de los países. Merkel apostó por una política de aperturismo, en la que se establezcan relaciones fuertes y a largo plazo no sólo con Francia. Sólo así se podrá evitar el aislacionismo de algunos países miembros que dificulta la cohesión europea.

A pesar del revés que supuso el no francés y de los Países Bajos a la Constitución europea, es fundamental que la Carta Magna de los europeos entre en vigor, con las modificaciones que sean necesarias, y no continuar en la parálisis y el silencio en los que se ha sumido la Unión. Son muchos los temas que abordar como la adhesión de Turquía o el problema de la deslocalización. Pero el no europeo no fue un no a Europa sino un no a la Constitución tal y como estaba planteada. Pero, por otra parte, también se apuntó que el no francés fue en parte un voto de castigo a su presidente Chirac. Este tipo de situaciones son las que plasman la dificultad de la sociedad europea para discernir los asuntos nacionales de los de la Unión. Estamos hablando de una sociedad a la que le está costando, más que a sus propios dirigentes políticos, asimilar la unión. Una unión en la que muchas veces ni sus propios líderes se ponen de acuerdo.

Para conseguir una Unión Europea capaz de erigirse como un rival que amenace la primacía de EEUU es fundamental, además, lograr políticas comunes en materia de inmigración o economía entre otras. Desde la Unión se ha de promover la cooperación y apostar por un desarrollo sostenible. Temas cruciales como el empleo, la investigación o las ayudas al desarrollo son clave para lograr la competitividad y productividad necesarias para impulsar el modelo de Estado socialdemócrata moderno europeo. La zona Euro con altos y bajos se está manteniendo, llegando a sobrepasar el valor del dólar. Pero difícilmente se podrá alcanzar el esperado despegue económico si países como Reino Unido dieron la espalda a la moneda única.

Sin embargo, paso a paso se están logrando avances en la política común europea. La última iniciativa la encontramos en el “Plan de Mercado Común de la Defensa” que pretende liberalizar este mercado. Con este plan se persiguen dos objetivos fundamentales: aprovechar las economías de escala, que reporten beneficios a la Unión, y sacar el máximo partido a los recursos de los que se dispone, la mitad de EEUU,  ya que los Estados podrán aprovisionarse mutuamente de sus equipos de defensa. Éste es el camino: buscar sinergias y sacarles el máximo partido.

 

En el actual sistema unipolar o imperial, sólo la erosión interna o la presión exterior de una nueva potencia emergente pueden hacer tambalearse la hegemonía de EEUU. La Unión Europea, si consigue presentarse como alternativa, podría hacer cambiar esta situación y llegar establecer un nuevo sistema multipolar en el que cupieran potencias como Rusia o China que ya compiten con EEUU en algunas subestructuras de la estructura internacional como, en el caso del país oriental, la económica y la militar. Podríamos hablar de encontrar un equilibrio multipolar ya que, atendiendo al desarrollo de estas otras potencias, no sólo tendríamos una oposición directa EEUU- UE.

Si se dieran las condiciones necesarias, se podría producir un cambio en el orden internacional donde las normas y reglas que lo determinan no estarían en manos de los estadounidenses sino de un conjunto de potencias. El protagonismo no estaría centrado en EEUU sino en una pluralidad de actores internacionales. Podríamos hablar de alianzas lo suficientemente fuertes como para evitar “un nuevo Irak” o para luchar por los recursos que EEUU actualmente maneja a su antojo. Si consigue hacerse con el petróleo de Irak, la segunda reserva mundial, EEUU dejará de depender de otros países para abastecerse (sobre todo después de los desastres naturales que lo han azotado como el huracán Katrina) y aumentará su influencia en la zona.

El pasado 16 de noviembre se celebró en Túnez la “Cumbre de la Sociedad Digital”. En ella se consiguió crear un foro multilateral de discusión sobre las nuevas tecnologías, las TIC, y la brecha digital. Sin embargo, uno de los participantes no dio su brazo a torcer y, como casi siempre, fue EEUU. A pesar de los intentos para descentralizar la gestión técnica de Internet, el gigante estadounidense seguirá controlando la red. De momento, seguimos igual.