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OEA: ruptura en la unión

“Atrás quedaron los tiempos en los que la OEA era un arma de Washington. La OEA ya no es el espacio ni el patio trasero de los EEUU”. Estas declaraciones fueron realizadas por Delcy Rodríguez, viceministra para Europa y encargada de Relaciones Exteriores en la XXV asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA) celebrada en junio de 2005. En la asamblea se puso de relieve, nuevamente, las tensiones internas que se viven en el seno de la OEA fruto de las desavenencias y del conflicto de intereses entre sus Estados miembros.

Resulta interesante comprobar cómo los principios recogidos en el acta fundacional de la OEA quedan relegados a un segundo plano cuando se trata de adoptar medidas y tomar decisiones ante la realidad internacional. Por poner un ejemplo, en el artículo 1 del acta se recoge que “la organización se ha desarrollado para lograr un orden de paz y justicia, fomentar la solidaridad, robustecer la colaboración y defender la soberanía, la integridad territorial y la independencia”. Sin embargo, en la última asamblea de la organización se produjo un enfrentamiento abierto entre Venezuela y EEUU; un conflicto por el que la potencia estadounidense quería establecer un monitoreo sobre las democracias de la región, de forma que pudiera intervenir en aquellos países donde se considerara que los gobernantes electos tenían comportamientos autoritarios. Según la Administración Bush, EEUU pretendía con esta iniciativa, que finalmente fue rechazada por la mayoría de los Estados, extender la democracia participativa, un principio esencial sobre el que se asienta el acta fundacional de la OEA.

Esta visión era muy diferente a la de los países latinoamericanos como Venezuela. Su presidente, Hugo Chávez acusó a los EEUU de querer romper la unidad de los países de América Latina. Chávez insistió en que la propuesta estadounidense violaba el principio fundamental de no ingerencia en los asuntos internos de los Estados y quebrantaba el principio de autodeterminación e independencia de las naciones, también recogidos en el acta fundacional de la organización.

Éste caso es sólo una muestra más de las divergencias internas que caracterizan a las organizaciones internacionales. En la prensa internacional, podemos ver cómo en cada cumbre de la OMC (Organización Mundial del Comercio), de la UE (Unión Europea) o de la propia OEA, los procesos de negociación se convierten en un tortuoso camino hacia la consecución de intereses particulares, donde los intereses supranacionales quedan supeditados a los intereses nacionales.

La OEA fue creada en 1948 a consecuencia de los cambios que se estaban produciendo en el sistema internacional, con relación a sus actores, estructuras y procesos, donde numerosos Estados que habían sido antiguas colonias estaban cobrando protagonismo. Esta situación derivó en la necesidad de impulsar procesos de integración y cooperación en los que los países afines cultural, social y geográficamente pudieran consolidarse en el sistema internacional configurándose como destacados actores ante la sociedad global.

Basándonos en su acta fundacional, la OEA fue creada en defensa de la libertad, la paz y la seguridad, el respeto por la soberanía de cada Estado y la protección de los derechos individuales. Para conseguir la estabilidad y el desarrollo de la región, la consolidación de la democracia representativa era el pilar básico. Pero, sobre todo, cabe destacar los principios de solidaridad y buena vecindad basados en una intensa cooperación continental.

Estos pilares básicos sobre los que se sustentaba la creación de la OEA han ido cediendo protagonismo a los intereses nacionales basados en el enriquecimiento propio y el control político de la región. La cooperación económica se limita a beneficios particulares entre varios estados. De esta forma, la percepción actual de la OEA es que se ha sumido en una fuerte polarización, como quedó reflejada en la IV Cumbre de las Américas celebrada el pasado mes de noviembre donde se enfrentaron abiertamente dos bloques de países: aquellos que forman parte de MERCOSUR –Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina- y aquellos que defendían el modelo de libre mercado propuesto por la Administración Bush –EEUU, Méjico y Chile-.

Por tanto, difieren en gran medida los cometidos y alcances para los que esta organización regional fue creada de las decisiones y actuaciones de sus Estados miembros. De esta forma, lo que debería ser una función integradora, sobre todo encaminada a los ámbitos político y económico en la que los Estados socios cedieran parcelas de poder y autonomía, no es más que una suma de agregaciones basada en la independencia más que en la interdependencia.

 

 Alianza interamericana

Formada por 35 Estados miembros y con cuatro idiomas oficiales –español, francés, inglés y portugués- la OEA refleja la diversidad de culturas y pueblos unidos en una sola organización. Países independientes del Norte, del Sur, de Centroamérica y del Caribe conforman esta organización que cuenta con la colaboración y ayuda, principalmente económica, de más de 60 países en calidad de observadores permanentes. Esta ayuda que procede, entre otros, de países europeos como Alemania, Reino Unido, España o Francia, o asiáticos como China o Japón, es fundamental para el desarrollo y puesta en marcha de los numerosos programas que lleva a cabo la OEA.

Estos programas se orientan a la promoción de la democracia, los derechos humanos, el desarrollo sostenible y el medio ambiente, entre otros. Estos proyectos, según se recoge en la página web oficial de la OEA, están basados en sus principios fundacionales tales como la lucha contra la corrupción, el fomento del desarrollo social y económico, el combate a la trata de personas o la participación de la sociedad civil. Sin embargo, a pesar de los numerosos compromisos sociales a los que los Estados miembros se comprometieron, éstos no ven su proyección en la realidad de la sociedad americana, fundamentalmente en América Latina. 

De la percepción actual sobre la OEA se desprende que los proyectos a los que se dedica una mayor atención son de tipo político y económico dejando los programas sociales en un segundo plano. La sociedad latinoamericana si bien no es la que tiene los mayores índices de pobreza sí es la que refleja una mayor brecha entre sectores ricos y pobres. Lo que observamos en las asambleas de la organización es una continua disputa entre los socios por el control de recursos y el enriquecimiento económico más que por solucionar los problemas cotidianos de la sociedad.

 

Como todas las organizaciones internacionales, la OEA tiene una estructura orgánica permanente formada por una Asamblea General, una Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, los Consejos, el Comité Jurídico Internacional, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Secretaría General, las Conferencias Especializadas y varios Organismos Especializados.

A través de estos órganos, la OEA define sus objetivos y pone en práctica las decisiones que se toman y en las que participan todos sus integrantes. En este sentido, es fundamental para cualquier organización internacional la difusión y divulgación de sus actividades y proyectos para que puedan ser conocidos por el conjunto de la sociedad internacional.

En el caso de la OEA, cuenta con una Oficina de Relaciones Exteriores cuya misión principal es el intercambio de información y experiencias con otras instituciones. Asimismo, según lo que se recoge en su página web oficial, la OEA cuenta con la participación de la sociedad civil en sus proyectos, para lo que ha creado diversos programas como la “Fundación para las Américas: proyectos sociales” o el “Fondo para jóvenes empresarios”. Cabe destacar, asimismo, el “Fondo de paz” que se centra en la solución de controversias territoriales y fronterizas que frustran, en muchas ocasiones, la cooperación comercial internacional.

Como se puede apreciar, la OEA extiende su ámbito de actuación al terreno social con este tipo de proyectos que da a conocer a través de diversas publicaciones como el “Informe Anual del Secretario General”, la revista “Américas” o revistas electrónicas a través de las cuales se informa sobre el desarrollo de las Cumbres de las Américas. Asimismo, cuenta con diversos recursos culturales como un portal educativo o el Museo de Arte de las Américas, mediante los que difunde y da a conocer las diversas tradiciones y costumbres del continente.

Iniciativas como éstas resultan de gran interés ya que se centran en el plano social y cultural que a menudo, como hemos planteado anteriormente, quedan relegados a un segundo plano en las grandes cumbres de la organización. De esta forma, gran cantidad de programas sociales que lleva a cabo la OEA resultan desconocidos a menos que se acceda a estas publicaciones y recursos. Es por esto, por lo que la percepción acerca del ámbito de actuación en la actualidad de la organización puede ser errónea.

Si bien es cierto que para poder abordar los problemas de la sociedad americana es esencial establecer actuaciones políticas y económicas comunes, antes de esto es fundamental lograr la plena igualdad a la hora de acceder a los servicios que se puedan ofrecer. Mientras que Chávez y Bush siguen con sus descalificaciones personales que inundan los titulares de los periódicos, la sociedad latinoamericana sigue sin encontrar plenas soluciones a la creciente desigualdad y a la distancia cada vez mayor entre ricos y pobres. ¿Qué mejor solución para dar a conocer la magnitud real de estos problemas que centrar la próxima cumbre en políticas sociales comunes? ¿Para qué sirve un gasoducto si el disfrute del mismo queda relegado a unos pocos?

 

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