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La caída del muro abrió Europa

La caída del muro abrió Europa
El 9 de Noviembre de 1989 es una fecha que ha quedado grabada en la historia. Ese día se anunció oficialmente que a partir de la medianoche los alemanes del Este podrían cruzar cualquiera de las fronteras de Alemania Democrática (RDA), incluido el Muro de Berlín, sin necesidad de contar con permisos especiales. De inmediato se corrió la voz en ambas partes de la ciudad dividida y mucho antes de la medianoche miles de expectantes berlineses se habían congregado a ambos lados del muro. En el momento esperado, los berlineses del Este, a pie o en automóvil, comenzaron a pasar sin mayor dificultad por el puesto de control. Abundaron las escenas llenas de emoción: abrazos de familiares y amigos que habían estado separados por mucho tiempo, crisis de llanto, rostros que reflejaban incredulidad, brindis con Champaña o cerveza, regalos de bienvenida a los visitantes, flores en los parabrisas de los autos que cruzaban la frontera y en los rifles de los soldados que custodiaban los puestos de vigilancia. A esta primera reacción seguirían otras de carácter político y económico. 

Entre 1989 y 1991, el mundo experimentó, en secuencia rápida, una serie de acontecimientos drásticos como fueron la caída del Muro de Berlín, la reunificación de las dos alemanias y el estallido interno de la Unión Soviética. Estamos ante el fin de la guerra fría y del mundo bipolar, emergiendo los Estados Unidos como potencia hegemónica. También asistimos al inicio de las reivindicaciones del Japón y Alemania, grandes potencias económicas, pero alejadas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial de las decisiones políticas mundiales. El escenario internacional va a experimentar importantes cambios debido a la formación de mega-bloques económicos y políticos  Hablamos de cambios a todos los niveles dejando atrás los años de tensión donde las dos alemanias fueron el escenario donde EE.UU. y la URSS parecían querer dirimir sus diferencias. La caída del muro suponía, en principio, dejar atrás un clima de crispación ideológica, en el que el espionaje de uno y otro bando encarecía las relaciones internacionales, miles de ciudadanos germano-orientales huían de la persecución política hacia la Alemania Occidental. 

En el campo político se produce el paso de un mundo bipolar a otro unipolar -de potencia hegemónica global-, lo que significaba un cambio en la situación inicial de alta confrontación y baja inestabilidad hacia una situación de baja confrontación y alta inestabilidad en el escenario mundial. En esa nueva situación, los conflictos bélicos regionales siendo menos apocalípticos en cuanto a la amenaza de la paz mundial.  En el campo económico, el comercio multilateral, que floreció bajo el sistema del mundo bipolar, ahora ha evolucionado hacia la relación entre bloques o regionalismo económico. El concepto de soberanía no prevalece en el mundo de los altos intereses económicos dado el hecho de que cada Estado ya no tiene la capacidad de sobrevivir sólo, lo cual conducía a la aparición de las economías de conjunto.  Por otra parte, en el escenario militar, la baja observada en los gastos militares durante el final de la guerra fría -en términos mundiales- no habrá de continuar, debiendo volver a aumentar en los próximos años, aunque de manera discreta. A lo largo del tiempo, habrá una reducción drástica de las armas nucleares de largo alcance y destrucción masiva y una implementación de las armas no nucleares de alta tecnología.  

Igual de importantes fueron los cambios que se produjeron el campo psicosocial. La mayor amenaza a la paz se originará a través de la pobreza, de las discriminaciones étnicas, del nacionalismo exacerbado, del radicalismo religioso, del narcotráfico y de las condiciones del medio ambiente, más que de cuestiones políticas. El significado del momento histórico que representaba el fin del comunismo en su versión soviética tenía, además, consecuencias en otros ámbitos del pensamiento político no identificados con el modelo que ahora llegaba a su crisis terminal. La caída del muro vino a significar –sin que quizás tuviera porqué- el punto del declive de otras alternativas que propugnaban, desde la política, propuestas de contenido socialista. Como símbolo, el derrumbe del muro de Berlín estuvo lleno de connotaciones.  

Paradójicamente, se sintieron afectados por la crisis incluso movimientos que trazaban sus señas de identidad en base a las diferencias con el comunismo soviético y que se definían marcando distancias respecto a un modelo que ofrecía un sistema político carente de libertades democráticas. Así, el que fuera el partido comunista más influyente de Occidente habría de cambiar sus siglas y su denominación por las de Partido Democrático de la Izquierda, mientras que otras opciones del mismo ámbito ideológico procedían a diversas formas de ocultación de una denominación no muy bien vista por la opinión pública. La pregunta, quizá, era ¿por qué el fin del comunismo soviético habría de suponer la crisis de movimientos que lo rechazaban? No sólo fue así, sino que incluso en el ámbito del socialismo democrático y la socialdemocracia –y, en general, el conjunto de la izquierda- el simbolismo del muro caído tuvo un apreciable impacto. En general, la crisis abrió el interrogante de cuál era el sentido y cuáles debían ser las señas de identidad de las opciones que propugnan, desde la política, propuestas fundamentadas en la promoción de la justicia social y el compromiso con los más desfavorecidos. La caída del muro, cabría decir, no habría necesariamente de conllevar la falta de las motivaciones más sociales en el campo de la actividad política. Eran, además, tantas las consecuencias en el orden político mundial, con el fin de uno de los bloques que habían protagonizado una configuración bipolar. Era, pues, el fin de la guerra fría y, para algunos, también, algo que ponía de manifiesto la superioridad de la economía de mercado y su carencia real de alternativas. Para ellos, era la constatación de lo que se habría de llamar el fin de la historia. De una manera quizá más inesperada, la crisis del sistema soviético vino a suponer una reactivación de los nacionalismos. Los cambios fueron, también, cambios en el mapa político de Europa, y los atlas de antes de noviembre de 1989 no tardaron en quedar obsoletos. Los conflictos étnicos, que habían quedado soterrados bajo el totalitarismo comunista, emergieron en el marco de la confusa situación política y económica, en muchos casos con tintes muy dramáticos. 

La resurrección del comunismo europeo  

En la primera década tras la caída del Muro, muchas personas pensaron que sería inconcebible que las ideologías totalitarias tuvieran algún atractivo de nuevo alguna vez, especialmente en Europa. Tras la caída, el mundo libre había derrotado ya a las dos versiones del mismo totalitarismo: el fascismo y el comunismo. Sin embargo, muchos analistas señalan que las ideologías opresoras no mueren con facilidad. Ahora Occidente contemplaba la resurrección de su propio totalitarismo nacional. Esto es evidente sobre todo en Alemania, donde el antiguo partido comunista de la Alemania Oriental encabeza el único movimiento político con crecimiento en el país, una ideología abiertamente anticapitalista y leninista.  Por su parte, América tiene bastantes motivos para estar preocupada por la resurrección del comunismo en Alemania donde se siguen justificando las atrocidades cometidas por el gobierno del imperio soviético. Su éxito se convierte, además, en una fuente de inspiración para otros partidos comunistas europeos. Con el paso del tiempo, aprovechará toda oportunidad de influenciar a la Unión Europea y ya controla a políticos experimentados y formados del Parlamento Europeo. 

 La globalización en el nuevo escenario político

Uno de las características principales de este nuevo mundo radica en el proceso de globalización que, como bien indica su nombre, se ha extendido a casi todos los rincones del planeta con todas sus virtudes y defectos. El proceso venía desarrollándose desde antes de la caída del Muro, pero el fin de la Guerra Fría -señalan los analistas- lo aceleró, al abrir nuevos mercados y oportunidades de negocio. Los defensores del proceso afirmaron que la globalización, impulsada por la revolución tecnológica, trae consigo grandes esperanzas de desarrollo, democracia, prosperidad y bienestar. Sus detractores, al contrario, ponen acento en la inestabilidad del proceso y recuerdan las crisis económica que ha generado a nivel mundial. Añaden, asimismo, que el proceso más que bienestar y desarrollo ha traído más desigualdades y pobreza. La caída del Muro fue vista inicialmente como el ingreso a un nuevo orden mundial, que debía marcar el comienzo de una era de paz y prosperidad para las naciones. Diez años después, afirman algunos analistas, los conflictos de origen étnico y nacionalista se han multiplicado. Otros analistas, sin embargo, destacan que no todo ha sido negativo. Los derechos humanos se defienden cada vez con más vigor, al punto que un tribunal de justicia internacional está juzgando crímenes cometidos en Ruanda, Yugoslavia y otras partes del planeta. 

Sin embargo, en los albores del nuevo orden mundial algunos interrogantes claves se encontraban sin respuesta. Rusia se encuentra en una grave situación de crisis política y económica, sin haber perdido su poderío militar; se hace necesaria la ayuda de los siete grandes, para que los liderazgos ultra nacionalistas que comienzan a aparecer en Rusia no puedan, en su desespero, en caso de que asuman el poder, emplear tal poderío de una manera insensata.  Todos estos cambios se reflejaron en el campo de las ciencias sociales en un sentido amplio. No se trataba sólo de un cambio de régimen político; con él iban aparejados complejos procesos de sustitución de economías centralmente planificadas por economías de mercado. El capitalismo ha entrado en una nueva fase agresiva y expansiva. La eliminación mundial de los mecanismos y regulaciones de control sobre el capital financiero, la explotación de los países más pobres, la apertura de sus mercados y la toma de control de sus recursos naturales y su capital industrial, la política de privatización total en todo el mundo ha llevado a una concentración del poder económico sin precedentes. Unos cuantos centenares de gigantes corporativos presiden la economía mundial, las inversiones y el empleo, la distribución de la riqueza y la miseria, las perspectivas de billones de personas. Contra más libres discurren los intereses de los beneficios, más profunda es la separación entre Norte y Sur, entre miseria y prosperidad.

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